Lectura de
Illuminatus semana 19
Por Mazzu
Trilogía
Illuminatus
(Desde la página 214 a la 224)
Finalizada
la batalla de la Atlántida, Hagbard inspecciona el botín: cuatro magníficas
estatuas atlantes de oro; Milo Flanagan y Otto Waterhouse captan una fuga en el
esquema de los Illuminati; George Dorn se prepara para negociar con el líder
del crimen organizado: Robert Putney Drake.
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En
una entrevista de 1976 con Neal Wilgus, RAW contó que “las partes de la
Atlántida son 99% de Shea”. La escena de la batalla de la Atlántida entre el
Submarino de Hagbard y los Illuminati, tiene reminiscencias de la literatura pulp de aventuras de la década de 1930
(a la cual Robert Shea era muy afecto) y también un aire a 20.000 Leguas de Viaje Submarino, de Jules Verne. De hecho, en
dicha novela el Nautilus del capitán
Nemo visita también las ruinas sumergidas de la Atlántida:
Allí,
bajo mis ojos, abismada y en ruinas, aparecía una ciudad destruida, con sus
tejados derruidos, sus templos abatidos, sus arcos dislocados, sus columnas
yacentes en tierra. En esas ruinas se adivinaban aún las sólidas proporciones
de una especie de arquitectura toscana. Más lejos, se veían los restos de un
gigantesco acueducto; en otro lugar, la achatada elevación de una acrópolis,
con las formas flotantes de un Partenón; allá, los vestigios de un malecón que
en otro tiempo debió abrigar en el puerto situado a orillas de un océano
desaparecido los barcos mercantes y los trirremes de guerra; más allá, largos
alineamientos de murallas derruidas, anchas calles desiertas, toda una Pompeya
hundida bajo las aguas, que el capitán Nemo resucitaba a mi mirada.
¿Dónde
estaba? ¿Dónde estaba? Quería saberlo a toda costa, quería hablar, quería
arrancarme la esfera de cobre que aprisionaba mi cabeza.
Pero
el capitán Nemo vino hacia mí y me contuvo con un gesto. Luego, recogiendo un trozo
de piedra pizarrosa, se dirigió a una roca de basalto negro y en ella trazó
esta única palabra:
ATLANTIDA
¡Qué
relámpago atravesó mi mente! ¡La Atlántida! ¡La antigua Merópide de Teopompo,
la Atlántida de Platón, ese continente negado por Orígenes, Porfirio, Jámblico,
D'Anville, Malte Brun, Humboldt, para quienes su desaparición era un relato
legendario, y admitido por Posidonio, Plinio, Ammien Marcellin, Tertuliano,
Engel, Sherer, Tournefort, Buffon y D'Avezac, lo tenía yo ante mis ojos, con el
irrecusable testimonio de la catástrofe. Ésa era, pues, la desaparecida región
que existía fuera de Europa, del Asia, de Libia, más allá de las columnas de
Hércules. Allí era donde vivía ese pueblo poderoso de los atlantes contra el
que la antigua Grecia libró sus primeras guerras.
La
historia que conocemos de la Atlántida viene de los tiempos clásicos y está
contenida esencialmente en los diálogos Timeo
y Critias de Platón. Allí se habla de
una gran isla llamada Atlántida, “más grande que Asia y Libia juntas”, situada
más allá de las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar), que estaba
habitada por un pueblo poderoso y guerrero, que en cierta ocasión invadió
Europa y fue rechazado por los griegos. Luego, la gran isla desapareció,
tragada por el mar.
Según
dice Platón en Timeo y Critias, escritos hacia el 355 a.C, la
historia de la Atlántida la trajo Solón de Atenas luego de su visita a Egipto
hacia el 575 a.C, a quien se la habría narrado un sacerdote egipcio del templo
de Sais, de nombre Sonchis, o Sonquis. En Timeo
se dice que “en aquella época, se podía atravesar aquel océano dado que había
una isla delante de la desembocadura que vosotros llamáis columnas de
Hércules”. La historia narrada por Platón menciona un primer contacto de Atenas
con los atlantes, a partir de un intento de conquista por parte de éstos unos 9.000
años antes del tiempo de Solón. Poco después de este intento de invasión por
parte de los atlantes, la Atlántida desapareció como consecuencia de un
desastre natural (o causado por los dioses)
Hay
muchas teorías sobre este mítico ‘continente perdido’ y no vamos a
desmenuzarlas en profundidad a todas – hay algunos sitios de internet
enteramente dedicados a ello –; incluso podría decirse que hay tantas teorías
como hay atlantólogos, pero básicamente hay tres posturas bien definidas al
respecto: 1) la que defiende que la Atlántida existió y, tal como cuenta Platón,
desapareció; 2) la que defiende la existencia de la Atlántida como el recuerdo
deformado de algún pueblo antiguo desaparecido; y 3) los que creen que jamás
existió y que Platón creó la historia de la Atlántida con el propósito de
expresar sus reflexiones políticas.
Dentro
de las teorías que defienden su existencia, podemos clasificar las diferentes
hipótesis en base al emplazamiento geográfico que postulan:
-
La Atlántida Minoica, que la ubica en
Creta, en el mar Mediterráneo, y cuyo pueblo se trataría de una cultura prehelénica
que habría desaparecido tras la erupción del volcán de la isla Thera o
Santorini alrededor de 1640 a. C. Algunos atlantólogos que defienden esta
hipótesis son Angelos Galanopoulos, Spyridon Marinatos, y el finado explorador
de los mares Jacques Cousteau.
-
La Atlántida Mediterránea: diferentes
autores la localizan en diferentes lugares; para Robert Sarmast, estaba cerca
de Chipre; A. Giovannini, Dora Katsonopoulou, y Steven Soter defienden la
teoría de que el hundimiento de la ciudad de Hélice durante la ápoca de Platón
fue lo que inspiró al filósofo para el cuento de la Atlántida; para Sergio
Frau, la Atlántida estaba en Cerdeña, donde un tsunami habría destruido a la
civilización nurágica, cuyos sobrevivientes fundaron la civilización etrusca;
los autores Anton Mifsud, Simon Mifsud, Chris Agius Sultana y Charles Savona
Ventura consideran que la isla de Malta, al ser el emplazamiento de algunas de
las estructuras más antiguas construidas por el hombre, es la locación de la
Atlántida.
-
La Atlántida Española, que tiene dos
posibles ubicaciones: la hipótesis tartesia
la ubicaría al sur de España, cerca del estrecho de Gibraltar, en el Coto de
Doñana (tesis defendida por varios autores españoles y alemanes, entre ellos José
Pellicer de Ossau I Tovar – en el siglo XVII – y en la actualidad por Rainer W.
Kühne); y la hipótesis gallega, que
la ubica al norte de la península ibérica, propuesta por Jorge María Ribero
Meneses
-
La Atlántida Africana, que tiene
varias locaciones: Georgeos Díaz-Montexano la ubica frente al estrecho de
Gibraltar; Robert Graves la ubica en la isla de Faro (Pharos), frente a Alejandría, en Egipto; según Michael Hübner,
estaba al sudoeste de Marruecos, en el Atlántico; el geólogo francés Jacques
Collina-Girard la localiza en el Banco de Majuán o de Espartel, que es una isla
sumergida cercana al Estrecho de Gibraltar, al norte de Marruecos.
-
La Atlántida de Oriente Medio también
tiene numerosas variantes: según Peter James, estaría en una antigua ciudad costera
de Anatolia, en la parte asiática de lo que hoy es Turquía; para el autor
chileno Jaime Manuschevich, era una isla de la antigua Canaán que hoy
corresponde a Israel y el Sinaí; los investigadores alemanes Siegfried y
Christian Schoppe la colocan en el Mar Negro.
-
La Atlántida Americana: algunos
historiadores del siglo XVI – como Francisco López de Gómara, Agustín de
Zárate, y Pedro Sarmiento de Gamboa – creyeron que lo que Cristóbal Colón había
descubierto era nada más y nada menos que la famosa isla descrita por Platón; varios
autores del siglo XIX (como Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, Edward
Herbert Thompson o Augustus Le Plongeon), propusieron que la Atlántida estaría
relacionada con las culturas maya y azteca, y recalcan la similitud de algunos
vocablos como Aztlán y Atlas; el autor Jim Allen propone que lo
que describía Platón era la civilización del altiplano boliviano; por su parte,
el autor Andrew Collins defiende la hipótesis cubana (en 2001 se documentaron por primera vez unas imágenes de
sonar interpretadas como una compleja estructura de granito sumergida cerca de
la costa cubana de Guanahacabibes)
-
La Atlántida Hiperbórea: varios
autores localizan a la Atlántida en los mares del norte; el inglés William Comyns Beaumont y el escocés
Lewis Spence la ubican en Gran Bretaña; el geógrafo sueco Ulf Erlingsson
postula que la civilización atlante no es otra que la cultura neolítica
constructora de megalitos de Irlanda; los autores alemanes Jürgen Spanuth y Gerhard
Herm la colocan en Dinamarca; el mitólogo finés Ior Bock la ubicaba en el Mar
Báltico; Julius Evola, Madame Blavatsky, y varios esoteristas coincidían con la
creencia nazi de que la ‘raza aria’ provenía de la Atlántida, que según la
Sociedad Thule, habría estado ubicada en Hiperbórea,
en el extremo norte, tal vez en Groenlandia.
-
Y – por último – la Atlántida Clásica,
la que toma los dichos de Platón de manera más literal, que estaría situada en
el océano Atlántico, a mitad de camino entre África y América, y de la cual las
Islas Azores serían los últimos vestigios; varios atlantólogos defienden este
emplazamiento, siendo el más notable el norteamericano Ignatius Donnelly. En Illuminatus, Shea y Wilson la localizan
precisamente aquí.
En
su libro Legados de la Atlántida, el
atlantólogo Eduardo Miquel explica que:
En
esta isla Atlántida pudo haberse desarrollado una civilización madre cuyas
características las harían antecesoras de la civilización egipcia o incluso de
la sumeria… entre otras, antes de su dispersión y que pudieron haber
establecido colonias en otros lugares del mundo. Esta hipótesis de trabajo,
entronca en mayor o menor medida con la teoría difusionista de la civilización,
defendida inicialmente por Carlos de Sigüenza en el siglo XVII que también
estudio la Atlántida, y después por el atlantólogo norteamericano Ignatius
Donnelly. Aunque muchos otros autores hablaron de la Atlántida antes que
Donnelly, entre los más importantes el monje jesuita Athanasius Kircher contemporáneo
a su vez de Sigüenza, entre otros muchos, tratar de nombrarlos a todos sería
una tarea ardua, aunque Donnelly fue quizás el primero de la era moderna que intentó
abordar el problema desde el punto de vista científico.
En
su libro de 1882 Atlántida: el Mundo
Antediluviano Donnelly proponía a la Atlántida como la cuna de la
civilización, el lugar donde los seres humanos habían salido de la barbarie.
Creía también que los dioses y diosas de los mitos antiguos eran las versiones
mitificadas de reyes y reinas de la Atlántida, y que la mitología recordaba –
de manera adornada – hechos históricos. Para Donnelly, la Atlántida
representaba la base del mito del Edén o del Jardín de las Hespérides.
En
Illuminatus, los autores parecen usar
como base para su relato el emplazamiento atlante de Donnelly, y también a su
teoría difusionista que ve a la cultura atlante como la madre de de todas las
culturas, tanto americanas, como africanas, asiáticas, y europeas. Donnelly
sugería que ciertas similitudes entre las civilizaciones del Viejo y Nuevo
Mundo podían ser evidencia de esa cultura madre, por ejemplo, el hecho de que
hubiera pirámides a ambos lados del Atlántico, y fue – tal vez – uno de los
primeros en teorizar que los atlantes eran constructores de pirámides; en Illuminatus leemos (pág. 217) que las obras
atlantes:
“...eran
distintas a las obras de cualquier otra cultura que George conociera, lo cual
era de esperar, después de todo. Eran realistas y fantásticas al mismo tiempo,
y abstractamente intelectuales. Tenían similitudes con el arte egipcio, maya, griego
clásico, chino y gótico, combinado con un leve aspecto sorprendentemente
moderno. Algunas de las características de las estatuas eran totalmente únicas,
cualidades sin duda perdidas por las civilizaciones posteriores a la Atlántida,
pero que podían hallarse igualmente en el mundo del arte conocido, preservadas
y enfatizadas por otras culturas. George cayó en la cuenta de que ese era el
arte de Ur; observar las estatuas era como escuchar una frase en el primer
lenguaje hablado de la humanidad”.
Wilson
y Shea señalan una transición entre dos épocas de la civilización atlante: la
Alta Atlántida o Atlantida Antigua, y la Baja Atlántida o Atlántida Tardía. La
civilización de la Alta Atlántida habría alcanzado un elevado nivel
tecnológico, incluso superior al de hoy en día; esto, creo yo, fue tomado por
los autores de Illuminatus de las
famosas lecturas psíquicas de Edgar Cayce (aunque los teósofos y Madame
Blavatsky postulaban algo similar); Cayce también hablaba de un primer
cataclismo atlante provocado por la tecnología del hombre, igual que el
desastre que en Illuminatus Hagbard
llama “el Ojo del Mal” (pág. 214), y fue también él quien – en una de sus
lecturas psíquicas – le dio los nombres de Poseida y Peos a la región y a la
ciudad atlantes respectivamente, y ambos nombres son utilizados en Illuminatus; casi inmediatamente luego
de esta catástrofe aquél alto nivel tecnológico se habría perdido; la Alta
Atlántida de Illuminatus sería como
la propuesta por Cayce, y la Baja Atlántida sería el pueblo que según Platón
invadió la Península del Peloponeso unos 9.500 años antes de la Era Común.
Ahora,
bien: planteémonos por un instante la teoría de la inexistencia virtual de la
Atlántida; consideremos por un rato – más allá de nuestros sesgos personales –
si, como dicen varios estudiosos del pensamiento platónico, Platón se inventó
todo el relato de una civilización desaparecida para exponer de manera
metafórica sus ideales políticos y sociales. En la entrada de Wikipedia dice “estudiosos,
como Marinatos o J. V. Luce, reconocen que Platón crea la historia de la
Atlántida, con el propósito de expresar sus reflexiones políticas, pero añaden
que su relato deja entrever antiguas tradiciones sobre las civilizaciones de la
cuenca del Egeo durante la Edad del Bronce”; parte ficción y parte realidad... ¿a
qué les suena? La Atlántida es perfecta para Illuminatus, un Jodementes donde la ficción y la realidad están
entretejidas de manera ininteligible. La Atlántida sería entonces un enorme
Jodementes: miles de personas a lo largo de los siglos teorizando sobre ella u
organizando expediciones en búsqueda de algo que nunca existió... ¿sería el
viejo Platón una de las tantas encarnaciones del pícaro Malaclypse el Viejo?
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En
varias partes de Illuminatus los
autores hacen referencia a Frankenstein,
la novela de Mary Wollstonecraft Shelley. Específicamente, en la página 221,
leemos
La
noche del 2 de Febrero de 1776 era oscura y ventosa en Ingolstadt; en efecto,
el estudio de Adam Weishaupt parecía el escenario de una película de
Frankenstein, con sus ventanas traqueteando, las velas parpadeando, y las
sombras aterrorizantes que el viejo Adam proyectaba mientras iba y venía con su
peculiar paso tambaleante.
Si
bien Shea y Wilson refieren a la película y no a la novela, comparemos la
ambientación de esa escena de Illuminatus
con la escena del comienzo del capítulo IV de Frankenstein, cuando el Dr. Víctor finalmente logra dar vida a su
criatura:
Una
desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con una
ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mi alrededor los instrumentos que me
iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis
pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas
sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de
la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró
profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo.
Frankenstein, por Berni Wrightson
Ahora
bien, las similitudes entre Weishaupt y Frankenstein no culminan ahí: el Víctor
Frankenstein de la novela de Mary Shelley había estudiado (comenzando sus
estudios nada más y nada menos que a la significativa edad de 17 años) en la
Universidad de Ingolstadt, ¡el mismo instituto donde Adam Weishaupt había dado
clases! Pero esta locación particular tal vez no fue fruto de la simple
coincidencia: al parecer, Mary Shelley había utilizado esa localidad como un
símbolo.
Hay
muchas y muy variadas interpretaciones de Frankenstein,
pero una que llamó mi atención en particular fue la ofrecida por Vic Sage,
profesor de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra:
La
criatura de Frankenstein se ha interpretado como un símbolo del pensamiento
revolucionario que recorría Europa en la década de 1790, pero que se había
esfumado en gran medida para el tiempo en que Shelley escribió la novela.
Algunos
críticos sostienen que el hecho de que la criatura no logre prosperar y el caos
que desata son evidencia de que Mary Shelley estaba en contra de las
revoluciones – a diferencia de sus padres
radicales y de su esposo – y de
que apoyaba el orden tradicional.
Sin
embargo, mediante la aplicación de los valores modernos de la narrativa, es
evidente que las fallas se encuentran en el hombre, el creador, y no la
criatura
Al
parecer, Víctor Frankenstein personificaba una caricatura de su esposo, Percy Shelley, como podemos leer en Mary Shelley: Her Life, Her Fiction, Her
Monsters de Anne Kostelanetz Mellor:
Al
colocar a Víctor Frankenstein en la Universidad de Ingolstadt, Mary Shelley
marcó aún más su asociación con las políticas radicales defendidas por Percy
Shelley en Queen Mab (1813).
Ingolstadt era famosa por haber sido el hogar de los Illuminati, una sociedad
secreta revolucionaria fundada en 1776 por el Profesor de Derecho Adam
Weishaupt, que abogó por la perfección de la humanidad a través de la
destrucción de las instituciones religiosas y políticas establecidas. Percy Shelley había apoyado con entusiasmo
los objetivos de Weishaupt (...) de liberar a todos los hombres de la
esclavitud impuesta por “la sociedad, los gobiernos, las ciencias y la religión
falsa”. (...) Ella percibía en Percy una arrogancia intelectual o creencia en
la importancia suprema de abstracciones mentales que lo llevaron a ser
insensible a los sentimientos de los que no comparten sus ideas y entusiasmo.
Con
esto en mente, podemos ver a Víctor Frankenstein también como una caricatura
crítica de Percey Shelley y del propio Adam Weishaupt, un ‘Moderno Prometeo’
que intenta regalar la libertad a su criatura (las masas oprimidas por “las
instituciones religiosas y políticas establecidas”) y que su propio engendro se
rebela contra su creador, desatando el caos en una situación que se escapa de
sus manos. Una crítica conservadora a las ideas revolucionarias del Iluminismo,
o – podríamos decir con el lenguaje de Illuminatus
– una diatriba neófoba contra la neofilia del Zeitgeist de la segunda mitad del siglo XVIII.
¿Fue
Mary Shelley una de las primeras escritoras anti-Illuminati? ¿Shea y RAW eran
conscientes de todo esto al identificar a Weishaupt con Frankenstein?
Berni
Wrightson
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Por
cierto, esa escena en el estudio de Adam Weishaupt en la página 221 rebalsa de elementos
de los Mitos de Illuminatus y de la
Operación Jodementes: los autores mezclan a un personaje histórico como Adam
Weishaupt con un libro ficticio – el Necronomicon
–, teorías conspirativas delirantes, y humor ácido.
Weishaupt
está estudiando inglés, ¿por qué lo hace?; necesita aprender el idioma porque
luego matará y suplantará a George Washington, claro.
Allí
supuestamente Weishaupt – colocado en hachís y leyendo el Necronomicon – descubre la Ley de los Cincos y ve a Bugs Bunny (supongo
que mediante una proyección al futuro del Morgensheutegesternwelt)
en la figura de un Shoggoth lovecraftiano; “Du haxen Hase” es el equivalente
alemán del inglés “Wascally Wabbit” (“Rascally Rabbit” – “Pícaro Conejo”) que
dice Elmer Fudd. Descubre el 23 oculto en el signo V discordiano, que en su
época aún no existía, pero que él puede ver gracias a su proyección al futuro,
como le sucede a Joe Malik unas páginas antes – una especie de flashback de
ácido pero retroactivo – algo muy de Illuminatus:
“El
Signo de los Cuernos, hecho con los dos primeros dedos levantados en V sosteniendo
los otros tres contra la palma: el dos, el tres y su unión en el cinco. Padre,
Hijo y Diablo Santo… la Dualidad del bien y el mal, la Trinidad de la Cabeza de
Dios… el biciclo y el triciclo…”
Bendición/Maldición por Eliphas Levi
También
se adelanta en más de un siglo a H.P. Lovecraft, Harold T. Wilkins, y Erich von
Däniken y la teoría de los ‘astronautas ancestrales’ al descubrir a los squinks gracias a un error lingüístico. “¿Y
qué aspecto tendría un squink? Sin dudas, sería una mezcla entre zorrillo y
calamar: tendría ocho brazos y apestaría a hoch
Himmel”. En los Mitos de Illuminatus
los squinks serían una especie de demiurgos extraterrestres bastante torpes
(“eran dueños de Patada Veloz s.r.l., los contratistas más impresentables de la
Vía Láctea”) que crearon la vida en la Tierra y los culpables de que nuestras
vidas sean efímeras, dado a que nos programaron con la Idea de la Muerte para
minimizar los costos de creación: “Patada Veloz s.r.l. recortó los gastos más
de lo pensado, y la Tierra se transformo en el Ejemplo Horrible citado en todas
las clases de diseño planetario de la galaxia” (pág. 197).
Aunque
la identificación entre los Shoggoths lovecraftianos y los Squinks no es total,
sí tienen algunos puntos en común; en el relato En las Montañas de la Locura, Lovecraft cuenta que los Shoggoths
fueron creados genéticamente como esclavos por los Grandes Antiguos, la raza
extraterrestre con cabeza en forma de estrella de 5 puntas que habría poblado
la Antártida millones de años antes de la aparición del ser humano. Los Grandes
Antiguos habrían creado la vida sobre la tierra, según Lovecraft en el mismo
relato, y también a los Shoggoths:
En el mar, primero para
alimentarse y luego con otros propósitos, crearon las formas originales de la
vida terrestre a partir de sustancias que conocían desde hacía mucho tiempo.
Luego de haber aniquilado a varios enemigos cósmicos se dedicaron a los
experimentos más complicados. Habían hecho lo mismo en otros planetas, no
contentándose solamente con elaborar alimentos, sino también ciertas masas
protoplásmicas capaces de transformar sus tejidos en toda clase de órganos bajo
influencias hipnóticas. Estas masas eran así perfectos esclavos, encargados de
las labores más pesadas. (Se trataba sin duda de las criaturas viscosas que
Abdul Alhazred llama shoggoths en su
terrible. Necronomicon, aunque aquel
árabe loco no insinuó jamás que habrían existido en la Tierra, excepto en los
sueños de quienes masticaban cierta hierba alcaloidea.) Cuando los Grandes Antiguos
de cabeza de estrella lograron sintetizar sus principales alimentos y
difundieron por el mundo un buen número de shoggoths,
dejaron que otros grupos celulares evolucionaran libremente, eliminando a
aquellos que podían traer dificultades.
Shoggoth, de la revista Conan the Savage #4 (noviembre 1995)
(...)Estos
vertebrados, lo mismo que una infinidad de otras formas de vida — animal,
vegetal, marina, terrestre y aérea —, eran producto de una evolución no
dirigida que actuaba sobre las células creadas por los Grandes Antiguos. Se
había permitido que se desarrollaran libremente por no haberse rebelado nunca
contra sus amos. Los organismos de difícil dominación, como es natural, fueron
exterminados mecánicamente. Nos llamó la atención ver que en las últimas y más
decadentes esculturas aparecían unos mamíferos usados a veces como alimento y
otras como divertidos bufones, y cuyos rasgos simiescos y humanos eran
indudables.
Los
Shoggoths habían sido dotados con mucha fuerza y poca inteligencia, pero con el
transcurrir de las eras su intelecto se incrementó y se sublevaron contra sus
amos, cosa que precipitó la caída de los Antiguos, que estaban ya en guerra con
los Primordiales. Por ende, los squinks serían más como los Grandes Antiguos –
creadores de la vida – que como los shoggoths – meros esclavos de aquellos; sin
embargo, en la entrada de Wikipedia sobre ellos hay una versión que propone a
los shoggoths como los creadores de Ubbo-Sathla, el “amorfo y estúpido demiurgo”,
responsable a su vez de la creación de la vida en este planeta; aunque Ubbo-Sathla
aparece en el cuento homónimo de Clark Ashton Smith, no he encontrado ningún relato
que lo relacione con los shoggoths y respalde la afirmación de la página de
Wikipedia (si algún lector de este blog descubre algo, hágamelo saber –
¡Gracias!)
“La noche del 2 de Febrero...” puede ser una
referencia wilsoniana a la fecha de nacimiento de James Joyce.
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En
la página 222 George observa la “tarjeta dorada con extraños jeroglíficos”
que Hagbard le había dado como “talismán de protección”:
Podemos
traducir esto como ‘NEVER WHISTLE WHILE YOURE PISSING’ (Nunca Chifles Mientras Estás Meando) con el alfabeto que figura en
el Apéndice Beth la página 566.
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Algo
de los Mitos de Illuminatus que se
hace patente esta semana es la conexión que trazan los autores entre los
sacrificios humanos en todas las épocas de la historia de la humanidad y
ciertas fuerzas externas, ciertos entes lovecraftianos apenas insinuados en el
fragmento que nos ocupa.
En
la página 217 Hagbard nos cuenta que los miembros del Círculo Intacto – los
ancestros atlantes de los Illuminati – además de ser los creadores de la
primera religión del mundo, fueron quienes dieron inicio al sacrificio humano
ritual. En la página 214 Hagbard le cuenta a George que
“Su
civilización fue herida de muerte en los días del Ojo del Mal. Un tercio murió
- casi la mitad de la población humana del planeta en aquellos tiempos -. Luego
del Ojo algo les impidió recuperarse”.
Y
en la página 215 continúa:
“Esa
segunda civilización alcanzó un nivel un tanto más adelantado que el de los
griegos y los romanos, pero nada como sus predecesores. Parece que una fuerza maléfica estaba empecinada en
destruirla también, y fue destruida hace unos diez mil años.”
Luego,
en la página 217 profundiza sobre el culto:
“La
escultura es producto del culto más infecto de la Atlántida. Ellos dieron
origen al sacrificio humano. Primero practicaban la castración, pero luego comenzaron
a matar hombres en vez de simplemente cortarles las bolas. Después, cuando las mujeres
fueron dominadas, el sacrificio era una virgen que entregaban supuestamente a Los No Amados, mientras todavía era
pura”.
El
nombre Los No Amados suena a los
horribles y monstruosos dioses de los Mitos
de Cthulhu, más si tenemos en cuenta que unas páginas más adelante el mismo
Adam Weishaupt menciona al Necronomicon
y a los Shoggoths. De la escena de Weishaupt saltamos a una escena en el campo
de concentración en Auschwitz, y de ahí a los sacrificios rituales de los
aztecas a Tlaloc, contexto en el cual los autores parecen querer insinuar que
los campos de concentración eran sitios en los que los nazis realizaban enormes
sacrificios humanos para los dioses oscuros, algo que una obra que influyó
bastante a Illuminatus, El Retorno de los Brujos, de Pauwels y
Bergier, pone de manifiesto insinuando que los nazis intentaban ponerse en
contacto con fuerzas sobrehumanas denominadas ‘los Superiores Desconocidos’,
como ya hemos explicado en entradas anteriores (ver SEMANA 11 y SEMANA 16). Por terrible que suena esto,
tiene una plataforma muy real: Jörg Lanz, un escritor austríaco y editor de la
revista racista y antisemita Ostara
(que Hitler coleccionaba en su época de pintor frustrado) sentó las bases de la
ariosofía que el nazismo adoptaría años más tarde. Algunas de las políticas que
Lanz proponía para las “razas inferiores” eran: esterilización, esclavitud, uso
como bestias de carga, deportación y hasta “incineración como sacrificio a Wotan”.
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Por
el lado cabalístico, el fragmento que nos ocupa esta semana es bastante
representativo de la séfira en la que nos encontramos, la quinta, Geburah: el
Poder, la Severidad, es una fuerza impulsora de todo lo destructivo, del odio,
y las guerras; todo lo que incluimos
en el ítem anterior sobre los sacrificios humanos, la destrucción de la
Atlántida, la mención a Auschwitz, y a los sacrificios rituales de los aztecas
son los aspectos más macabros de esta séfira.
Además,
son presentados dos personajes muy representativos de Geburah: Milo Flanagan
(hermano del Padre Pederastia, y un Illuminatus del Cuarto Grado) poseedor de
una mirada que echaba “llamas blanco-azuladas de locura homicida ardiente desde
lo profundo de sus ojos”, y su mano derecha, Otto Waterhouse “un hombre de
color, de un metro noventa y ocho de altura, que hizo su carrera en el
Departamento de Policía de Chicago a base de hostigar, torturar, mutilar y
matar a más miembros de su propia raza que un sheriff de Mississippi. Flanagan
captó tempranamente el amorío de sangre fría y autodestructivo de Waterhouse
con la muerte, y lo sumó a sus filas”.
Otro
personaje muy representativo de esta séfira también aparece en este segmento, y
es Robert Putney Drake, el líder del crimen organizado de los EEUU con el cual
George Dorn debe negociar con las valiosísimas estatuas atlantes para que deje
de perseguir a los discordianos y que “como muestra de buena fe, reviente a veinticuatro agentes
Illuminati por nosotros en las próximas veinticuatro horas” y que en el proceso
iba a iba a estar “desprotegido entre hombres que asesinaban seres humanos con la misma facilidad que un ama de casa mata una mosca” – más destrucción y
violencia de Geburah.
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5s,
17s, y 23s: “es cinco veces más grande
que la Gran Pirámide de Keops” (pág. 215); “intentaré hacerla simple. Hay cinco razones” (pág. 216); “CINCOS.
SEXO. AQUÍ” (pág. 219); “Necesitamos diez sensitivos del Quinto Grado para formar el pentáculo”,
y “Hay diecisiete sensitivos del Quinto Grado en Europa, ocho en África y
veintitrés repartidos en el resto del
mundo” (pág. 220); “cinco lados en
los bordes de los dibujos de los shoggoths… siempre cinco lados, en todos los dibujos de shoggoths… y tanto ‘squid’
como ‘skunk’ tienen cinco letras”, “Levantó
las manos, miró los cinco dedos en
cada una y comenzó a reír. Súbitamente, todo era claro: el Signo de los
Cuernos, hecho por los dos primeros
dedos levantados en V sosteniendo los
otros tres contra la palma: el dos,
el tres y su unión en el cinco.
Padre, Hijo y Diablo Santo… la Dualidad
del bien y el mal, la Trinidad de la
Cabeza de Dios… el biciclo y el triciclo…” (pág. 221)
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La
próxima entrada será un plus de la lectura de esta semana aportado por Martín Agharta Díaz donde se explayará, precisamente, sobre la leyenda de Agharta o Agharti, que
aparece en los Mitos de Illuminatus
en el segmento que nos ha tocado...
Interesante obra... Aprovecho para agradecer la mención a mis investigaciones, y de paso, aclarar el error que se comete al clasificar mi teoría dentro de la "Atlántida Africana". No es correcto, porque yo lo que siempre he defendido es que (tal como precisa Platón) sería (de haber existido realmente) una isla delante de Gibraltar, justo ocupando el espacio que se extiende desde el Golfo de Cádiz, entre Iberia y África, hasta Madeira por el Oeste y Canarias por el Sur. De modo que la isla habría pertenecido tanto a Iberia como a Marruecos. Es decir, que en término geográficos actuales, sería tan española y portuguesa como africana.
ResponderEliminarLo correcto es catalogar mi teoría (en una categoría propia) como Íbero-Mauretana o Íbero-Marroquí, o mejor como Íbero-Líbica, por usar la denominación más antigua de África del Norte que era Libia, y si se quiere usar como clasificación los continentes actuales, entonces se podría decir, Euro-Africana, pero esto quedaría algo más impreciso porque tanto Europa como África son demasiado grandes.
Recomiendo, por tanto, que en una próxima edición se corrija como Íbero-Líbica o Íbero-Mauretana, Cualquiera de estas dos opciones, o tal cual, o sea, bajo la categoría: "La Atlántida Íbero-Líbica o Íbero-Mauretana", sería lo correcto de acuerdo a mis investigaciones y teoría.
Un cordial saludo,
Georgeos
Pd. Otro pequeño error (que podría molestar un poco al autor) es lo de la teoría de Jorge María Ribero-meneses lázaro, que no debería decirse "gallega", sino asturiana. o astur-cántabra, que es la zona donde el única la Atlántida (frente a las costas de Asturias en concreto).
Para más información sobre mis investigaciones y publicaciones, os invito a visitar mi web: AtlantidaHistorica.com
EliminarGracias por tu aporte Georgeos!
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