El diablo en la chimenea
Un cuento de
terror lovecraftiano y psico-arqueología
por
Robert Anton Wilson Publicado el 27 de diciembre 1999 en Whoa!
Traducción:
Mazzu
Nueve
años atrás en Burlington, Carolina del Norte, un grupo de gente decente,
cristiana, y trabajadora que se llamaba a sí misma ‘la Iglesia del Tabernáculo
de la Verdad’ realizó un juicio contra el bien conocido elfo Santa Claus.
Acusaron
al Sr. Claus, representado en el tribunal por un muñeco relleno, de toda clase
de delitos y faltas graves. Lo acusaron de paganismo. Lo acusaron de perjurio
por afirmar ser San Nicolás. Incluso lo acusaron de alentar el abuso de menores
al aparecer en anuncios de whisky. Peor aún, lo declararon culpable de todos
los cargos, pero principalmente por ser un elfo viejo y jovial - es decir, un
dios pagano que intentaba robarle la Navidad a Cristo.
Esta
no fue la primera vez que el Sr. Claus recibió una patada por parte de una congregación
cristiana. Allá por los años 60s, el Papa Juan XXIII expulsó de la Iglesia
Católica Romana al viejo payaso sospechosamente alegre. Los Testigos de Jehová
siempre han denunciado a Santa por su desagradable pasado pagano. (También reconocieron
a los árboles de Navidad como símbolos fálicos mucho antes que Freud.) Muchos
fundamentalistas creen que todos los dioses paganos son básicamente un dios
falso - el mismo demonio con diferentes disfraces - y piensan que el disfraz es
débil en el caso de este elfo en particular. Sólo se necesita hacer un mínimo
cambio de letras, ellos señalan, para revelar a Santa Claus como SATAN CLAUS.
En
cierto modo pienso que los fundamentalistas tienen razón esta vez. Santa no
sólo tiene una ascendencia pagana desagradable sino también una historia
familiar bastante criminal. Déjenme iluminarlos...
Como
señaló Weston La Barre hace mucho tiempo en su clásico La Danza de los Espíritus: Los Orígenes de la Religión, se pueden
encontrar remanentes de un dios-oso primordial desde el fondo de Sudamérica
hasta América del Norte y el Polo Norte, y a lo largo de la mayor parte de
Europa y Asia. Esta deidad aparece en pinturas rupestres al sur de Francia
fechadas alrededor de 30,000 aC. Podemos encontrarlos, a él y a ella (porque
este dios es bisexual), enmascarados en Artemisa, Arduina, y el Rey Arturo,
todos desenmascarados por el astuto trabajo detectivesco de los folkloristas -
y de los etimologistas, que fueron los primeros en divisar al dios-oso cuando
identificaron la raíz indoeuropea ard,
que significa oso. Podemos rastrear las huellas del dios-oso en formas decrecientes
en cientos de cuentos de hadas de Europa y Asia. Y podemos encontrar los
rituales de este dios viviente entre las tribus indígenas de las Américas.
Y
tanto Santa, como Peter Pan, el Hombre Verde de los festivales de Primavera, y
el Bufón de la Corte - y (de una manera extraña) el querido personaje del
vagabundo de Chaplin - tienen rasgos del
dios que camina como un hombre, y que actúa a veces de manera desagradable, otras
veces como un payaso, y que era asesinado y comido ritualmente por la mayor
parte de nuestros antepasados en el Edad de Piedra, quienes así se convertían
en uno con su dios, para así (si el ritual funcionaba) volverse tan valientes
como él. Ver La Rama Dorada de Sir
James Frazer para los detalles más sangrientos.
Y
juro que el mismo dios-oso marcha pesadamente a través de cada página de la
obra maestra de psico-arqueología de Joyce,
Finnegans Wake. Si no me creen, consulten Third Census of Finnegans Wake de
Adaline Glasheen.
La
mayoría de los folkloristas reconocen al “caníbal del bosque” como una reliquia
humanizada del dios-oso. La heroína, en cientos de relatos, se topa con él durante
una misión de misericordia. Él por lo general le formula tres acertijos a la
protagonista, y si ella los resuelve con éxito, en lugar de comérsela él se
convierte en su aliado y le ayuda a alcanzar su meta. El Silencio de los Inocentes es una variación de esta historia. Otra
es Caperucita Roja.
¿Qué?
¿Hannibal Lecter uno más de la grosera familia de Santa?
Sí,
en efecto.
En
algunas zonas rústicas de Europa - y probablemente en Kansas -, Santa conserva
huellas de su pasado carnívoro. A los niños les dicen que si son “buenos” todo
el año Santa los recompensará, pero si son “malos” se los comerá. Si, el Hombre de la Bolsa, El Cuco, el Pookah
o Puck son todos de ascendencia bastante osuna, aunque algunas veces también se
han mezclado otros dioses animales.
Como
escribió el Viejo Tío Loco Ezra en el Canto 113, “Los dioses no han regresado.
Ellos nunca nos han abandonado”.
Jung
podría declarar el caso así: los Dioses, como arquetipos de la sub-alma humana
genética (o “inconsciente colectivo”), no pueden ser asesinados o desterrados;
siempre regresan con una máscara nueva pero con el mismo significado simbólico.
Ejemplo relacionado: las jóvenes de la antigua Grecia a menudo eran seducidas o
violadas por los sátiros; en las tierras árabes, observamos un brote similar de
djinns (genios) cachondos; en la India estaban los devas. En las Eras Oscuras
del cristianismo, esto también comenzó a ocurrirle a hombres jóvenes, sobre
todo a los monjes. Llamaron íncubo a dicha criatura lasciva. Hoy en día sucede a
nuestro alrededor, y los abusadores vienen del Espacio Exterior. Tanto el
demonio sexual, como la Gran Madre, la Sombra, nuestro héroe osuno, y los tres
hermanos que dan caza al dragón (¿los reconocen en Tiburón? ¿Pueden verlos haciendo su numerito de Los Tres Chiflados?) - son fuerzas
arquetípicas que siempre regresan bajo nombres nuevos. Sir Walter Scott los
llamó “la tripulación que nunca descansa”.
Y
el dios-oso parece muy activo últimamente. Ha aparecido de manera prominente en
tres piezas recientes de la cultura popular (las películas Leyendas de Pasión, y Al Filo
del Peligro, así como en la novela La
Chica que Amaba a Tom Gordon, de Stephen King) y se coló en la literatura
moderna no sólo a través de Joyce, sino también a través de la gran parábola de
Faulkner “El Oso”. También aparece para poner el remate en ¿Por qué estamos en Vietnam? de Norman Mailer
Mientras
tanto, a Santa, el aspecto de Bufón/Payaso/Dios de la fertilidad del Padre Oso,
también le sienta bastante bien, a pesar de ser expulsado frecuentemente por
ciertos cristianos torvos y estrechos. Ha logrado exitosamente robarle la
Navidad a los cristianos y nos trae alegría y lujuria pagana a la mayor parte
de nosotros todos los años, justo cuando más las necesitamos, en pleno
invierno. Su rostro radiante aparece por todas partes y aunque tengamos una pequeña
guerra cultural entre aquellos que desean invocarlo mediante el alcohol y
aquellos que prefieren invocarlo a través de la marihuana, todos compartimos la
creencia pagana, al menos durante casi una semana, de que la mejor manera de
conmemorar el solsticio y las cenizas moribundas del año es formar un círculo
de amor y colocarnos todos juntos.
Yo
mismo como pagano no lo haría de ninguna otra manera.
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