Lectura de
Illuminatus semana 29
Por Mazzu
Trilogía
Illuminatus
(Desde la página 320 a la 330)
George
Dorn continúa la charla filosófica que había tenido con Hagbard pero esta vez
con Mavis, que lleva la discusión del terreno teórico al práctico. Los servicios
de inteligencia – desconcertados por las mentiras cruzadas de Naismith, el
Enano, y Bonnie Quint – siguen buscando al portador del Ántrax Lepra Pi,
Carmel, quien decide esconderse en una cueva junto a los 5 millones de dólares
que le robó al finado mafioso Federico Maldonado...
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Mavis
toma la posta donde Hagbard la había dejado en su charla con George. Primero
hablan sobre el dicho discordiano que está inscrito en la Manzana Dorada de
Eris: Kallisti (“para la Más Bella” o, más en consonancia con la frase neutra en
inglés “to the Fairest”, “para lo Más Bello”).
“La
manzana es el mundo ¿A quién se la ofreció la Diosa?”.
“A
‘la más bella’”.
“¿Y
quién es la más bella?”.
“Tú”.
“No
me tires un lance ahora. Piensa”.
“Ya
he tenido suficiente. Creo que me ha dado sueño” (...)
“Para
cualquier hombre, su pene es la cosa más bella del mundo. Desde que nace hasta
que muere. Nunca pierde su eterna fascinación. Y te digo, nene, lo mismo se
aplica a las mujeres con su vagina. Es lo más cercano a un amor real, ciego e
incondicional y a una adoración religiosa que alguien pueda alcanzar. Pero
cualquiera moriría antes de admitirlo. En una sesión de terapia grupal pueden
confesar homosexualidad, ansias de matar, pequeños rencores y traiciones,
fantasías sádicas y masoquistas, travestismo, y cualquier otra cosa extraña que
quieras nombrar. Pero ese narcisismo constante profundamente sumergido, esa masturbación
mental perpetua es el primer y más poderoso bloqueo. Nadie lo admitiría jamás
(...) La
adoración de tus propios genitales y de los de tu amante. Ellos son Pan
Pangenitor y la Gran Madre” (pág. 320/1)
La
explicación de Mavis nos lleva nuevamente a terrenos reichianos y su visión de
la represión sexual, como hemos visto en las tres entradas anteriores de la
lectura de Illuminatus. Pero también
traza un paralelo entre la metáfora de la Manzana y el koan zen que figura en las primeras páginas del libro de Hagbard
“¿Quién es Aquél que es más confiable que todos los Budas y los Sabios?”, así
como con el otro koan que RAW solía
repetir: “¿Quién es el Maestro que hace verde a la hierba?”; de alguna manera,
la respuesta es la misma para las tres incógnitas: Uno Mismo. No el Ego de uno,
que en la metáfora de Hagbard sería “el Gobernante”; tampoco el mero instinto
físico de uno (“el Robot”), sino un maridaje balanceado de ambos extremos, un
tercer camino o camino del medio. El error al que Hagbard alude parece estar en
hacer énfasis en esa aparente dicotomía al inclinarnos por uno de ambos
extremos: o por el Yo, la Mente, el
Ego, que es un ‘maniático del control’ e intenta reprimir al Robot, o por el
Organismo, el Robot, lo automático e
instintivo que tiene “trescientos millones de años” de evolución. La
recomendación de Hagbard del mantra “Yo
Soy el Robot” parece ser un
recordatorio de que esa supuesta dualidad interna no existe.
Luego,
la conversación parece salirse de las connotaciones psicológicas profundas que
había tenido en primer lugar para adentrarse en el terreno social, político y
económico.
“Aquí
todos somos inquilinos, incluso aquellos que creen ser los dueños. La propiedad
es imposible”.
“Okay,
okay, creo que entendí casi todo. La propiedad es un robo porque los títulos de
pertenencia de los Illuminati son arbitrarios e injustos. Lo mismo que sus
grupos bancarios, sus franquicias tranviarias y todos sus otros juegos
monopólicos del capitalismo (...) Y la propiedad es imposible porque el mundo
es un verbo, una casa en llamas, como dijo Buda. Todas las cosas son fuego. Mi
viejo amigo Heráclito. Así que la propiedad es imposible y es un robo ¿Cómo
llegamos a que la propiedad es libertad?”.
“Sin
propiedad privada no pueden haber decisiones privadas”.
“¿Así
que estamos adonde empezamos?”.
“No.
Subimos un nivel en la escalera caracol. Míralo de esa manera. Dialécticamente,
como dicen tus amigos marxistas” (...)
“Me rompe la cabeza. Lo único que veo es a la
gente despedazándose entre sí. La guerra de todos contra todos, como dijo aquel
tipo…”.
“Hobbes”.
(pág. 321)
Dos
referencias aquí, una a ¿Qué es la
Propiedad? de Pierre-Joseph Proudhon, y otra a Leviatán, de Thomas Hobbes.
Proudhon
distinguía básicamente dos tipos de propiedades: la que resultaba de la
coerción, y la que resultaba del trabajo. La propiedad es un robo, dice en su
libro, “cuando está relacionada a un terrateniente o capitalista cuyo dominio
es derivado de la conquista o explotación y solo puede ser mantenido a través
del Estado, leyes de propiedad, policía, y un ejército”. La propiedad es
libertad para “la familia de campesinos o artesanos que tienen el derecho a un
hogar, tierras que deben cultivar, [...] como herramientas de comercio”, y los
frutos cultivados, pero no la apropiación o control de las tierras o de las
vidas de otros.
La
propiedad resultante de la coerción era imposible para Proudhon porque iba en
contra del concepto de sociedad:
Si
estamos asociados para la libertad, igualdad y seguridad, entonces no estamos
asociados con motivo de la propiedad; Si la propiedad es un derecho natural, este derecho natural no es social sino antisocial. Propiedad y sociedad son instituciones absolutamente
irreconciliables. Es tan imposible reunir dos propietarios como juntar dos
magnetos por sus mismos polos. O la sociedad debe perecer, o esta debe destruir
la propiedad.
Proudhon
acuñó el término mutualismo para
representar su idea de una economía en la cual tanto los individuos como las agrupaciones
laborales democráticas pudieran asociarse voluntariamente y comerciar sus
productos en un mercado cuyo único límite sería la igualdad y sin la
intervención o mediación del Estado.
Hobbes,
por su parte, en el extremo opuesto de Proudhon, creía que una sociedad sin
Estado era imposible (de Wikipedia):
En
Leviatán, Hobbes establece su
doctrina de la fundación de los estados y gobiernos legítimos y la creación de
una ciencia objetiva de la moralidad. Esto dio lugar a la teoría del contrato
social. Leviatán fue escrito durante
la Guerra Civil inglesa (1651); gran parte del libro se ocupa en demostrar la
necesidad de una autoridad central fuerte para evitar el mal de la discordia y
la guerra civil.
A
partir de una comprensión mecanicista de los seres humanos y las pasiones,
Hobbes postula lo que sería la vida sin gobierno, una condición que él llama el estado de la naturaleza. En ese
estado, cada persona tendría derecho o licencia a cualquier cosa. Esto,
sostiene Hobbes, daría lugar a una “guerra de todos contra todos” (bellum omnium contra omnes). La
descripción contiene uno de los pasajes más conocidos de la filosofía inglesa,
que narra el estado natural en el que se encontraría la humanidad, de no ser
por la comunidad política:
En
tales condiciones, no hay lugar para la industria; porque su fruto es incierto:
y por lo tanto no hay agricultura; no hay navegación, ni uso de los productos
que podrían ser importados por mar; no hay edificios espaciosos; no hay
instrumentos de movimiento y traslación, ya que tales cosas requieren mucha
fuerza; no hay conocimiento de la faz de la tierra; no hay cuenta del tiempo;
no hay artes; no hay letras; no hay sociedad; y lo que es peor de todo, hay miedo
continuo, y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria,
pobre, desagradable, brutal y corta.
En
tal estado, las personas temen a la muerte, y carecen tanto de las cosas
necesarias para una vida confortable, como de la esperanza de ser capaces de
trabajar duro para obtenerlas. Así que con el fin de evitar esto, las personas
acceden a un contrato social y establecen una sociedad civil. Según Hobbes, la
sociedad es una población bajo una autoridad soberana, a la que todos los
individuos en la sociedad ceden algunos derechos en aras de la protección.
En
los dos extremos de las ideas que rechazaban tanto Hobbes (la anarquía
sangrienta) por un lado y Proudhon por el otro (el Estado totalitario), veo una
analogía con la metáfora de Hagbard del Ego que quiere controlarlo todo (el
Estado) y el Robot que si es dejado en libertad desataría una matanza como el
monstruo de Frankenstein (la anarquía de Hobbes). El camino del medio, la
reconciliación, en este caso sería (tal vez) el mutualismo que proponía
Proudhon.
Sobre
Proudhon y la Propiedad, Shea y Wilson se explayan un poco más en el Apéndice
Zain de Illuminatus (pág. 587).
Luego,
George es puesto a prueba nuevamente. Otra vez lo enfrentan con un ‘demonio’,
su supuesto violador, Harry Coin. George, casi involuntariamente, lo noquea con
dos golpes. Mavis le pide que “acabe con el bastardo” y nuevamente le pasa un
arma cargada (otro ‘demonio’ guardián) pero George se niega a hacerlo.
Aquí
las acciones de George parecen ilustrar lo hablado en la charla con Hagbard y
en la charla con Mavis: cuando tiene que actuar, libera al Robot y actúa de
manera automática e instintiva, y cuando tiene que controlarse – cuando Mavis
le pide que mate a Harry – el Yo refrena al Robot y se controla. De haber
estado el Ego al control, ese Yo que “odiaba a Hemingway y al machismo, y que
nunca en la vida había tomado clases de boxeo” (pág. 323), se habría quedado
clavado al piso, y no habría reaccionado. Y en caso de haber liberado
totalmente al Robot, habría seguido las órdenes de Mavis y habría matado a
Harry Coin. Al final George había alcanzado un balance, una reconciliación
fáctica y no solo teórica con el Robot.
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Recordé
que cuando era chico el FBI habían atrapado a aquellos dos científicos judíos
por eso (alta traición). El trono caliente.
Los frieron, Jesucristo. (pág. 326)
Creo
que aquí Carmel se refiere a un matrimonio judío estadounidense, Ethel y Julius Rosenberg, que fueron ejecutados en la silla eléctrica en 1953 bajo la
acusación de espionaje y alta traición – presuntamente le habían pasado
secretos nucleares a los rusos.
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El
fragmento de esta semana contiene varias referencias cabalísticas bastante
veladas, o – tal vez – mejor dicho implícitas.
Anteriormente
decíamos que Netzach, la séfira en la que nos encontramos ahora, es la esfera
de las pasiones. Entre las páginas 327 y 329 leemos una nueva y más amplia
descripción del carácter de un personaje que me cae muy simpático, el texano
Horace Naismith. Naismith – como decíamos en la entrada de la semana 26 – es un
bribón, un estafador y un trickster. Y
si hay algo que el Sr. Naismith sabe hacer es amortizar el mundo de los sueños,
deseos y fantasías de sus coterráneos o – como él mismo dice – sabe “explotar
las franjas de mercado para chiflados que nadie más estaba explotando”. Pero a
pesar de ser un timador “era un hombre extrañamente honesto para el momento
histórico de su país, ya que a diferencia de la mayoría de las corporaciones de
la época, ninguno de sus emprendimientos envenenaba o mutilaba a la gente a la
que le extraía el dinero” (pág. 328).
La
estrategia del Sr. Naismith era crear sociedades y fundaciones para recaudar el
dinero de los incautos que se suscribían a ellas. Un poco como la estrategia
del pescador, tirar el señuelo y esperar para que los peces piquen. Y
justamente, el anzuelo, el pez y la boca están presentes en la parte del Árbol
de la Vida que rodea a Netzach: el sendero sefirótico que la une a Yesod
contiene la letra hebrea tzaddi, צ, que significa “anzuelo”; también entre
Netzach y Tiphareth está nun, נ, “pez”; y por último, entre Netzach y Hod está
peh, פ, “boca”. No sé si esto es algo deliberado por parte de Shea y Wilson,
pero me pareció bastante significativo.
También
está el Coloso de Yorba Linda, una estatua de Nixon que Naismith prometía
construir con el dinero de sus crédulos contribuyentes (en realidad planeaba huir
a Nepal con la guita a la primera señal de que sospecharan que aquello era un
fraude); la pose del colosal Nixon era victoriosa, y Netzach es, precisamente,
“la Victoria”. También el nombre de la sociedad que inventó Naismith para
recaudar el dinero para la estatua tiene una resonancia cabalística: la Fundación del Coloso de Yorba Linda.
Yesod, la séfira número 9, es “la Fundación”, y como decíamos más arriba, está
conectada a Netzach por “el Anzuelo”.
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Volviendo
al tema del Coloso de Yorba Linda, creo que ese fragmento es un ejemplo genial
del humor ácido de Wilson y Shea:
La
verdadera gallina de los huevos de oro era la Fundación del Coloso de Yorba
Linda, que había estado recaudando dinero exitosamente durante varios años para
la construcción de un monumento heroico, de oro sólido y tres metros más alto que
la Estatua de la Libertad, en honor al martirizado ex presidente Richard
Milhous Nixon. El monumento - que sería pagado por veinte millones de
estadounidenses que todavía amaban y reverenciaban a Nixon a pesar de las
malditas mentiras del Congreso, el Departamento de Justicia, la prensa, la TV y
etc. -, sería erigido en las afueras de Yorba Linda, hogar de la infancia de Tricky Dicky, y miraría amenazante hacia
Asia, advirtiéndoles a los amarillos que no intentaran saltar sobre el Tío Sammie.
Checkers estaría al lado del gigantesco pié derecho del ídolo, mirando hacia
arriba con devoción; debajo del pié izquierdo habría una figura alegórica
aplastada representando a César Chávez. El Gran Hombre sostendría una planta de
lechuga en su mano derecha y un grabador de cintas en la izquierda. Era tan
delicioso y atractivo para los Fundamentalistas Americanos, que la Fundación
del Coloso ya había recaudado varios cientos de miles de dólares, y Naismith
planeaba huir al Nepal con el botín a la primera señal de que los contribuyentes
o los inspectores de correo comenzaran a preguntar cuándo iniciaría la construcción
de la estatua en los terrenos que había comprado, con mucha publicidad, ni bien
recibió los primeros miles.
“Las
malditas mentiras del Congreso, el Departamento de Justicia, la prensa, la TV”
y “un grabador de cintas” hacen clara referencia al escándalo de Watergate, el
famosísimo caso de corrupción, robo de documentos, e intento de encubrimiento
por parte de la administración de Nixon. El escándalo estalló en 1973 cuando se
descubrieron las cintas de audio donde el propio Nixon se autoincriminaba; Shea
y Wilson ya habían terminado de escribir Illuminatus
para ese año, pero no habían podido publicarlo aún, así que la inclusión de las
alusiones al Watergate debió ser un addendum
entre los años 1973/75.
El
hecho de que aún después del escándalo “hubiera veinte millones de
estadounidenses que todavía amaban y reverenciaban a Nixon” ilustra a la
perfección la obcecación de los conservadores republicanos cristianos patriotas
y nacionalistas de EE.UU., los “Fundamentalistas Americanos” – como los llaman
los autores –, y la idea de que la futura estatua de Nixon fuera más alta que
la Estatua de la Libertad es una metáfora de esto: para los conservadores las
instituciones o los partidos y sus representantes a veces son más grandes o más
importantes que la libertad (recordemos lo que decía Hobbes sobre “ceder
algunos derechos en aras de la protección”).
La
lechuga y César Chávez están relacionados, claro. Desde antes de llegar a la
presidencia, Nixon había sido un opositor a los intentos de organización de los
trabajadores agrícolas. En 1950 ayudó a redactar de un informe del Congreso en
el cual se declaraba que los trabajadores agrícolas debían ser excluidos de las
relaciones laborales nacionales. Chávez, por su parte, era un líder activista
por los derechos de los campesinos y creó la Unión de los Trabajadores del
Campo (UFW, por sus siglas en inglés). A principios de la década de 1970, la
UFW organizó huelgas y boicots, incluyendo la Huelga de la Ensalada, la mayor huelga de trabajadores agrícolas en
la historia EE.UU., para protestar contra las condiciones precarias de trabajo
y para pedir subas en los salarios de los obreros agrícolas que trabajaban para
los productores de uva y lechuga. En 1973, dos manifestantes de la UFW fueron
asesinados, cientos fueron reprimidos duramente, y 4000 los trabajadores agrícolas
fueron detenidos durante las huelgas en los campos de lechuga de California, el
Estado de Nixon. El lema de la UFW para la huelga era “Nixon Come Lechuga”
Checkers,
por cierto, era el perro de Richard Nixon.
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5s
y 23s: “Veintitrés horas después,
Tobias Knight escuchaba la voz en sus audífonos” (pág. 323); “no deben haber
descubierto los cinco millones de
dólares de Nariz de Banana que desaparecieron” (pág. 325); “No trabajas por tu
cuenta - dijo Despond de mala manera y por quinta
vez” (pág. 329).