EL EMBAUCADOR
DE VERDADES
Carlos Castaneda
y el oportunismo académico
por Adam Gorightly
Traducción: JFK Tadeo
Parte I: ¿Se lo inventÓ todo?
Probablemente
uno de los capítulos más interesantes de Flashbacks
de Timothy Leary (dejando de lado el que
trata sobre Mary Pinchot-Meyer y de cómo
esta supuestamente habría introducido a
JFK en el uso de la LSD) discute el periodo que Leary paso en México — tras
haber sido expulsado de Harvard — en el aislado Hotel La Catalina en Cuernavaca,
donde continuó su proyecto de investigación sobre la LSD, reclutando a
intrépidos exploradores para que probasen su mercancía en un favorable entorno
de arena y espuma tropicales. La mayoría de los viajes llevados a cabo fueron
placenteros y positivos, aunque es recordada una divertida sesión en la que un
tipo entró en un estado de enfurecida enajenación creyéndose un simio a lo Viaje alucinante al fondo de la mente,
recorriendo la isla como un berseker simiesco y aterrorizando a la población
nativa. Otro episodio interesante del capítulo es la visita de Carlos Castaneda
unos años antes de que Carlos escribiese sus clásicas crónicas acerca de las
enseñanzas chamánicas de don Juan. Parece ser que por aquel entonces Castaneda
ya había empezado a asumir su rol como bromista cósmico, llevando a cabo toda
clase de dudosas acciones y haciendo circular falsos rumores sobre Leary
mientras intentaba — infructuosamente — ser admitido en el hotel psicodélico de
Leary y así poder meterse en su cabeza. Pero el doctor Tim no hizo caso de este
joven hispano farsante de aspecto conservador, intuyendo correctamente que se
hallaría tramando algún tipo de diablura mental. Al conocer a Leary por primera
vez Castaneda se presento a sí mismo como un periodista peruano llamado Arana,
confundiendo en ese momento a Leary por Richard Alpert. Leary oliéndose algo,
informo educadamente a Arana/Castaneda de que en el hotel albergaban una política
de "no visitantes". Estrechó la mano de Carlos y se despidió de él,
devolviendo a Castaneda en la furgona del hotel que iba hacia el pueblo. Al día
siguiente, un empleado del hotel, Rafael, informo al doctor Leary de que su
tía, que era una curandera, le había contado una siniestra historia: parece ser
que la mujer había recibido la visita de Arana/Castaneda la noche anterior,
afirmando ser ahora un profesor de una gran universidad de California. El
"profesor" decía ser un "guerrero del alma" y necesitaba la
ayuda de la curandera. Decía que sus poderes estaban siendo atacados por un
americano (Leary) que poseía una poderosa magia que a su vez había robado de
los indios mexicanos. Castaneda — ahora diciendo ser un hispano — quería que la
curandera le ayudase a recuperar sus poderes para poder proteger a las gentes
mexicanas. Una vez todo quedó dicho, la curandera no quiso tomar parte en la
estratagema. Poca idea tenia Castanteda cuando se acercó a ella de que la mayoría
de los parientes de la curandera trabajaban en el Hotel La Catalina. Carlos le
dijo que este era además el nombre de una malvada bruja que era su enemiga. En
respuesta, ella informo a Castaneda de que Leary era un buen hombre bajo su protección,
y mandó a Castaneda a tomar viento. (El personaje de "La Catalina"
aparece en el primer libro de Castaneda, Las
enseñanzas de don Juan).
Al
día siguiente Castaneda se presentó de nuevo en La Catalina, usando como antes
el alias de Arana. Esta vez Castaneda se disculpo por haber confundido a Leary
por Alpert y le ofreció un regalo, el cual dijo provenía de la chaman personal
de Gordon Wasson, María Sabina. Cuando Leary sorprendió a Castaneda mintiendo
sobre el regalo en cuestión, le volvió a pedir educadamente que se marchase y —
tras enérgicas protestas — el "joven hechicero" acepto con
reluctancia. (Arana era, de hecho, el apellido paterno de Castaneda, siendo
Castaneda el materno. Adecuadamente, "arana" significa también
embuste, trampa o estafa, de modo que Carlitos Arana podría entenderse como
Carlitos Embuste).
En
un artículo reciente de Steam Shovel Press, el célebre investigador psicodélico
Tom Lyttle abordó la Sagrada Trinidad de la Psicodelia de los Sesenta: Leary,
Castaneda y R.Gordon Wasson, reflexionando sobre cómo estas tres fuerzas
seminales influenciaron y dieron lugar a la antropología psicodélica que se
puso de moda en esa época. Wasson, un respetado banquero neoyorquino, dejó el
mundo de los negocios para dedicar sus últimos años a la persecución de los
misterios del hongo mágico viajando a México, lugar en donde fue iniciado en
sus maravillas por la curandera-chaman María Sabina, la cual — según Merilyn
Tunneshendes — era además intima de don Juan. Lyttle señala las interesantes y
mercuriales relaciones que compartían estos tres trotamundos del camino de la iluminación
alucinógena, a menudo volviéndose conflictivas dadas sus diferencias
perspectivas de la experiencia psicodélica. Wasson creía que Leary a veces era
ingenuo e imprudente en su grandioso proselitismo. Del mismo modo, Leary debió
pensar que Wasson tenía algo de pomposo académico al que le faltaba algo de
flexibilidad mental. Lo divertido de esto es que a su vez los Merry Pranksters veían
a Leary de esta guisa desde la vez en que el clan de Kesey intento hacer una incursión
en su centro de investigación en Millbrook y el buen doctor rechazó festejar
con los Pranksters estando como estaba ocupado en algún tipo de experimento psicodélico
académico. Quizá fuera esta misma aprensión la que hizo a Leary darle la
espalda a Castaneda; el miedo de estar en compañía de un embaucador involucrado
en algún tipo de juego de rol mental. En cuanto a Wasson y Castaneda, ambos se
encontraron en un par de ocasiones, para después intercambiar varias cartas a
lo largo de los años. A pesar de todo esto, Wasson mantuvo una actitud
altamente escéptica acerca de las afirmaciones de Castaneda. Tras la lectura
inicial de Las enseñanzas de don Juan,
Wasson dijo que «se olía un engaño».
Wasson
y el biógrafo de Castaneda, Richard De Mille, aunque admiradores del trabajo de
Castaneda se mostraron igualmente críticos sobre su veracidad, particularmente
en lo que se refiere al uso del lenguaje a lo largo de obra. Mientras el primer
libro presentaba a don Juan hablando un inglés formal, en los últimos libros
hace un uso frecuente de jerga inglesa. El problema aquí es que don Juan no
hablaba inglés y que sus conversaciones con Carlos fueron transcritas desde el español.
En la segunda entrega de los libros de Castaneda, Una realidad aparte, existen varios ejemplos de esto, así como en
la tercera parte, Viaje a Ixtlán.
Fueron las inconsistencias lingüísticas de esta ultima — frases en una jerga
sin equivalencia alguna en el español — las que hicieron que las cejas de
Wasson y De Mille se arquearan. Una razón para todo esto pudieran haber sido
las restricciones editoriales a las que se hallaba supeditado en University
Press, en donde publicó su primer libro, en oposición a la libertad que tuvo más
adelante en Simon & Schuster, en donde básicamente se le dio carta blanca y
control total sobre subsecuentes manuscritos. Aparentemente Castaneda se acogió
a esto para evitar que los editores de S&S revisaran su trabajo en lo
posterior. En Castaneda's Journey De
Mille señaló los problemas lingüísticos anteriormente comentados y fue incluso más
lejos examinando las cronologías de los libros, una vez más descubriendo
conflictos dentro de los marcos temporales y la cadena de sucesos.
Al
final, Wasson, quien describiera a Castaneda tras su primer encuentro como «un
joven obviamente serio y honesto», pasó a considerarlo más tarde como
«sencillamente un peregrino perdido en camino de su propio Ixtlán».
A
final de los años cincuenta aparecieron una serie de libros firmados por T.
Lobsang Rampa, describiendo las aventuras psíquicas de Rampa, un adepto al yoga
tibetano. Leí el primero de la serie, El
tercer ojo a mediados de los setenta, más o menos en la misma época en la
que descubrí a Castaneda, y las historias de Rampa tuvieron el mismo efecto
sobre mí que las de don Juan. Más tarde, y a medida que iba leyendo más libros
de Rampa — en los cuales las afirmaciones se hacían progresivamente mas fantásticas
y descabelladas — empecé a oler a chamusquina bajo la humilde parafernalia y
los sencillos hábitos del monje de las altas cumbres. Del mismo modo, tras leer
una entrega posterior de Castaneda, Relatos
de poder, me volví igualmente escéptico acerca del pequeño Carlos, y de sus
cada vez más extravagantes testimonios paranormales. En El tercer ojo, Rampa detallaba sus iniciaciones en el mundo místico
de los monjes tibetanos, y la consecuente y dramática apertura de su tercer
ojo, a la cual llegó no solo a través de iniciaciones secretas, sino también mediante
métodos como perforarse un agujero en la frente con un instrumento de acero,
tras lo que se insertaba una astilla de madera en la cabeza y acaecía «un
destello cegador»: inmediatamente después, Lobsang era capaz de percibir auras.
«Ahora eres uno de nosotros, Lobsang», le explica uno de sus maestros místicos
al joven de ocho años. «Por el resto de tu vida veras a la gente por lo que son
y no por lo que fingen ser». Así empezaron las extrañas aventuras de T. Lobsang
en los alegres parajes de lo oculto. Otros fenómenos divulgados a los lectores
de El tercer ojo consisten en una
amalgama de fenómenos paranormales como proyección astral, clarividencia, levitación,
invisibilidad y regresiones a vidas pasadas. Una escena que encontré
particularmente fascinante recordaba a un grupo de monjes quienes — según T.
Lobsang — se reunían periódicamente para meditar en grupo y conversar telepáticamente
con alienígenas de otro planeta. Incluso el abominable hombre de las nieves
hace su aparición en El tercer ojo.
Finalmente estos libros fueron expuestos como un fraude: en realidad habían
sido escritos por un inglés llamado Cyril Henry Hoskin, el cual mantuvo su
engaño a lo largo de al menos dieciocho secuelas. En el mejor de los casos, quizás,
los libros de Lobsang pueden calificarse como precursores poco sofisticados de
las crónicas de Castaneda.
Pero
incluso si los libros de Castaneda y Rampa alias Hoskins son puramente
ficticios, etiquetarlos completamente como fraudes podría impedir contemplar
una perspectiva más amplia. Quizás estos constructos literarios fueran usados
por sus escritores para transmitir elevadas verdades descubiertas por sus
autores. Podrían esbozarse otros corolarios literarios, siendo un ejemplo R.
Marcus: The Making of an Avatar de Victor
Noble. Aunque el enigmático Sr. Noble ha admitido recientemente que su
presunto gurú y avatar R. Marcus Christianson es un personaje ficticio, esto no
le resta valor al propósito inicial de Noble, el cual es en esencia un intento
de poner por escrito — para aquellos interesados — los descubrimientos
religiosos que llevó a cabo y que tuvieron en él un fuerte impacto.
Otras
cuestionables ofrendas literarias de este tipo provienen de escribas de
renombre como Philip K. Dick y Kerry Thornley. Pero donde las afirmaciones de
Dick están mas en línea con las más sublimes meditaciones teológicas y metafísicas
de un Noble, Rampa o Castaneda, las de Thornley lo sitúan en el escenario de
una gran conspiración, en donde representa el rol de un personaje principal
atrapado en una red de vastas maquinaciones sobre las que tiene escaso o ningún
control; como una hoja en medio de un vendaval sacudida de acá para allá.
Ya
temprano en su colorida carrera, Thornley fue coautor del Principia Discordia, el precursor definitivo de vástagos como La
Iglesia de los Subgenios, la criatura/bestia de Ivan Stang. Thornley (también
conocido como Omar Khayam Ravenhurst) fue al principio un alegre bromista en su
rol como autor de esta irónica charada teológica, siendo sus posteriores y autobiográficos
despotriques conspirativos considerados por muchos como fantasías
manufacturadas con el objetivo de confundir y desconcertar, y al mismo tiempo
impartir lecciones fundamentales sobre la paranoia, la política conspirativa y
la aparente naturaleza de la realidad. Quizá los escribas sagrados de nuestra
sociedad tecnológica hipersaturada de información necesiten ser embaucadores
para expresar estas verdades ocultas.
Lo
que hace de los logros de Castaneda algo más impresionante es su pericia
narrativa y su credibilidad de cara al lector. Esta credibilidad puede deberse
a la sinceridad de Castaneda o — de lo contrario — a su propia habilidad como
narrador. En los primeros libros (mucho mejores que los últimos) muchas veces
parece que la prosa de Castaneda es chapucera y de aficionado: los estilos de
prosa del novicio. Pero posiblemente esto es exactamente a lo que estaba
tratando de aproximarse: a transmitir la impresión de un tipo cualquiera de la
calle que se ve de repente propulsado hacia el dominio destructor de paradigmas
de don Juan Matus. Harlan Ellison, un verdadero maestro de la fantasía y la
ciencia ficción — y uno de sus críticos mas agudos — situó una vez los libros
de Castaneda entre los más preeminentes del genero, una declaración que no es
moco de pavo viniendo de alguien como Ellison, notorio por cerrarse ante
cualquier cosa que parezca manida o poco original. Pero esto es lo que los
buenos escritores hacen: hacen que lo difícil parezca simple. Lo increíble, creíble.
Aunque
la autenticidad de los libros de Castaneda se halla en tela de juicio, uno —
tras leerlos — no puede negar que hay algo más en ellos que una espiral de fantasía
en busca del provecho personal. Incluso si los libros contienen lo que parecen
ser inconsistencias, se cuentan desde un ángulo de tono zen y un sentimiento
del misterio que adquiere la vida en el camino hacia el conocimiento, que
realmente no importa que los hechos ocurrieran realmente; es el viaje al que
Castaneda nos manda lo que cuenta; y es lo que traigamos de vuelta lo que
realmente importa. Un amigo mío de la UCLA que vio a Castaneda allí una vez me
dijo que tenía la mirada de alguien que visto mas allá del velo de la percepción
humana normal; la sabiduría tacita de unos ojos que momentáneamente se cruzaron
con los de mi amigo al pasar junto a él lo dijo todo.
Pero,
¿quién sabe lo que se oculta realmente bajo la máscara del bufón?
Lo
que hace de todo este asunto algo más confuso son los comentarios sobre
Castaneda que hizo Merilyn Tunneshead, quien da fe de varias de las
afirmaciones de Carlos, aunque a su vez mantiene que en sus últimos años a él
se le fue la cabeza, habiendo sido de hecho embaucado por el maestro
embaucador, don Juan. Tunneshendes dice ser una hechicera de la misma escuela y
linaje de Castaneda, versada en la tradición yaqui de la mano de don Juan y su
compinche don Genaro. Según Tunneshendes, Castaneda fue desterrado del mundo de
don Juan en 1980, fecha que se corresponde con el mismo marco temporal en el
cual el trabajo de Castaneda empezó a ser cuestionado. Desde entonces, asevera
Tunneshendes, el viejo Nagual (¿don Juan?) «condenó a Carlos a un espacio energético
muy desagradable, y como todo el mundo pudo ver claramente, de ahí en adelante
la calidad de sus libros se vio drásticamente deteriorada». Tunneshendes dice
que incluso había escuchado rumores de que Carlos había sufrido una crisis
nerviosa o un brote psicótico como consecuencia de haber sido excomulgado por
sus anteriores maestros, siendo tratado con litio en lo sucesivo. (Por aquel
entonces también fue reprendido por la UCLA por respaldar el trabajo de
Florinda Donner, miembro del círculo de brujas de Carlos Castaneda). Lo que
provocó esta separación de caminos entre Carlos y sus mentores místicos fue la
forma en la que Castaneda quiso usar la energía, una forma que el viejo nagual
«encontró totalmente aberrante». Es entonces cuando Carlos caería bajo el
influjo de un hechicero oscuro llamado Silvio Manuel. Para ser justos con
Castaneda, él rechaza estas controvertidas historias, e incluso la existencia
de su relación con Tunneshendes, aunque ella alega que «podría describir a la perfección
ciertas características de Carlos que no podría haber tenido forma de conocer a
no ser que mantuviese un contacto muy "CERCANO" con el». Mira tú por dónde.
En
esencia, lo que Tunneshendes dice es que Castaneda y sus asociados —
involucrados en los talleres de Tensegridad — son nada menos que vampiros psíquicos,
que succionarían cantidades masivas de energía de los ingenuos participantes
enrolados en sus seminarios. Carlos es ahora un esclavo del ya mentado Silvio
Manuel, igual que los inocentes que atrae a sus talleres, a los cuales extrae
su poder. Este poder robado serviría para alimentar a "la Araña" —
esto es, Silvio. Asevera Tunneshendes: «él es el que finaliza el proceso de
drenaje y esclavización. Él es el que mantiene a Carlos lo suficientemente débil
como para controlarlo, energéticamente hablando». En la literatura que he
revisado en la que se anuncian los talleres de tensegridad, sus promotores
parecen más emprendedores de la Nueva Era que parásitos psíquicos, con
Castaneda como testaferro instruyendo a los participantes — que pagan mas de
250$ (!) — en una serie de movimientos similares al Tai Chi supuestamente
desarrollados por cazadores/recolectores prehistóricos.
Así
que, ¿quién sabe realmente lo que sucede tras la escena de esta red de misterio
continuamente en expansión? Puede que esta contienda psíquica/literaria entre
Tunneshendes y Castaneda sea tan solo una nube de humo soplada directamente
desde las pipas medicinales de don Carlos y Merilyn, quienes — por lo que
sabemos — podrían estar conchabándose para enturbiar las aguas de su balsa de
locuras.
Mi
aproximación al trabajo de Castaneda comprende dosis equivalentes de asombro y
de cauteloso escepticismo. En Carlos
Castaneda, oportunismo académico y los psicodélicos anos sesenta, Jay Fikes
propone el caso de que Castaneda — licencias literarias en mano — tomase
prestado su marco conceptual de las experiencias de Peter Furst, Diego Delgado
y Barbara Meyeroff, antiguos alumnos graduados en la UCLA, para luego
embellecerlas con sus ya de por si imaginativas anotaciones de campo. Al
principio de los 60, Furst, Delgado y Meyeroff observaron los rituales de
ingesta de peyote entre los indios huichol en México. Fikes afirma que las
notas de campo tomadas en dichos rituales fueron posteriormente noveladas para
adecuarse al creciente volumen de literatura psicodélica, la cual comenzaba
entonces a florecer cual tiernos cogollos de cannabis preparados para ser
molidos e inhalados por una nueva generación de buscadores de visiones o
emociones fuertes. Muchos creyeron este tipo de sandeces académicas, que — como
mucha otra mierda tentadora — habían perpetrado tres estudiantes de antropología;
mientras tanto, otros investigadores más experimentados y más críticamente
astutos no se dejaron salpicar por la mierda. (¿Hay un lugar mejor para
inventar historias extravagantes sobre exóticos hongos que las fértiles cacas
de vaca?) Si de hecho Carlos tomo prestadas sus ideas iniciales de estos tres
artistas del chanchullo, entonces — como sugiere Tim De Korne — las llevo a
otro nivel; un nivel lo suficientemente convincente como para engañar tanto a
lectores casuales, buscadores de visiones y académicos experimentados. Al menos
por un tiempo.
O
quizás Carlos conociera durante sus investigaciones de campo iniciales a
ciertos curanderos y curanderas que compartieron con el joven estudiante de antropología
sus hongos mágicos y sus visiones sagradas. A partir de estos supuestos
encuentros — sugieren algunos — Castaneda habría construido la figura de don
Juan Matus, basada tanto en personas reales como ficticias. Estarían sacadas de
verdaderas experiencias vitales así como de biografías de místicos y otros
locos sagrados. Los primeros libros parecen tener un mayor fundamento en la
cultura de los Nativos Americanos, específicamente en lo que respecta al uso
del peyote o a la aparición de fenómenos paranormales de metamorfosis, mientras
que los últimos se presentan más como una mezcla de confusa ciencia ficción lisérgica.
En sus enigmáticos viajes a Sudamérica y otros entornos que no nombra, estoy
seguro que Castaneda debió hacer lo posible por relacionarse con todos los
chamanes y curanderos posibles. Carlos dijo que antes de encontrarse con don
Juan no tenía interés alguno en aéreas metafísicas o filosóficas, aunque su
antigua mujer, Margaret, cuenta que esto es de lo único de lo que hablaron
durante su breve matrimonio, el cual terminó varios años antes de que don Juan
supuestamente entrase en la vida de Carlos. Contrariamente a la leyenda forjada
por Castaneda, los días anteriores a su relación con don Juan se parecen más a
los de alguien en busca de respuestas y significado ante los eternos misterios
que al retrato que se construyo como escéptico y obtuso antropólogo de su
tiempo: un joven conservador y soso que no sabía mucho de estos temas y que
afirmaba no haber sentido tener interés alguno en ellos hasta que se expuso a
las enseñanzas de don Juan. Esto contradice al retrato de Margaret Castaneda de
un joven Carlos que pasaba todo su tiempo libre asistiendo a conferencias metafísicas
y leyendo libros sobre filosofía y lo paranormal.
Desde
mi punto de vista, ciertas escenas de Las
enseñanzas de don Juan reverberan con un punto de verdad, dado que se
asemejan con bastante detalle a las historias de uso ritual de peyote y de los
metamorfos malvados de los que los Nativos Americanos han hablado. Por ejemplo,
un conocido mío nativo americano me hablo con gran temor y reverencia de un curandero
de su tribu que era conocido por ser capaz de transformarse en una criatura
medio hombre, medio lobo — un hombre lobo, si se quiere llamar así — con el
objetivo de espiar a sus enemigos, de forma muy parecida a "La
Catalina" de Las enseñanzas de don
Juan, la cual podía cambiar su apariencia a voluntad. Del mismo modo, las
visiones de peyote de mi conocido resultan igualmente fascinantes, conjurándose
en ellas arquetipos tan arraigados como ángeles y demonios o — como los llamaba
don Juan — enemigos y aliados. El aspecto más importante de estas visiones es
que imparten a quien las experimenta una lección, un regalo especial que uno
debe ganarse: una experiencia a la que uno no entra a la ligera debido a los daños
inherentes en ella — pero cuyas recompensas son incalculables, a menudo prolongándose
durante el resto de la vida. Debe haber sido este tipo de historias — y quizá
de sus experiencias personales — a partir de las cuales Carlos esbozó sus ideas
y fabricó sus personajes, ya se los sacara completamente de la manga; ya se
tratase de interpretaciones parciales de sucesos y personas que encontró en su
propio "camino del corazón".
Parte II: la mierda como fertilizanTE DEL JARDIN DE LA VERDAD
No
obstante, no existe documentación concreta acerca de que Carlos entrase
realmente en el mundo no ordinario de don Juan u otros chamanes o curanderos.
De hecho, existe evidencia contraria que sugiere que Castaneda obtuvo sus ideas
de varias fuentes; no solo de los ya mencionados Meyeroff, Delgado o Furst,
sino de gente como Gordon Wasson, Andrija Puharich y Antonin Artaud entre
otros. Según la leyenda, Castaneda conoció por primera vez a don Juan el verano
de 1960. Según Margaret Castaneda, en 1959 «Carlos y yo leímos el libro de
Puharich (The sacred mushroom) y de
alguna forma nos cambió». Notó que tras la lectura Carlos «pareció encerrarse
en si mismo». Margaret afirma que en esta época Carlos viajó a Mexico para
«excavar en búsqueda de huesos». La opinión de su biógrafo, Richard De Mille,
es que los extraños "huesos" que Castaneda pasó tiempo
"desenterrando" fueron en realidad el trabajo de campo que Gordon y
Valentina Wasson habían compilado en sus investigaciones sobre el chamanismo fúngico.
En The Sacred Mushroom, Puharich
colmaba de fastuosas alabanzas al fundamental Mushrooms, Russia and History, una rara edición en dos volúmenes
publicada en 1957, limitada a unas escasas 512 copias. Esta colección de dos volúmenes
podría haberle sido accesible a Carlos en la sección de colecciones especiales
de la biblioteca de la UCLA, y es allí donde De Mille sitúa a nuestro joven
"guerrero" a principios de los 60: sentado discretamente en una
esquina, ingiriendo las palabras e imágenes de R. Gordon Wasson cual hongos en
miel, plantando las esporas de don Juan en su mente. Durante este período, y de
acuerdo con su ex-mujer, Castaneda se encontraría además asistiendo a cursos de
escritura creativa.
En
un artículo en Entheogen Review titulado La
mierda como fertilizante del jardín de la Verdad, Jim De Korne de hecho
sugiere que gran parte del trabajo de Castaneda consiste en una pila de mierda
apilada sobre otra pila de mierda más. De Korne especula que en algunas
ocasiones gente como Meyeroff, Furst o Delgado podrían arrastrar una cantidad
considerable de mierda sin ser conscientes de ello, habiendo sido la misma
lanzada por los propios indios huichol — mierda que vendría a embellecerse más
tarde. En el momento en que Castaneda puso sus astutas manos latinas sobre
estas historias, otra capa de colorido caramelo habría sido añadida a la
mezcla, dejándonos con tres generaciones de deliciosa caquita recubierta. En Hallucinogens and Culture de Furst se hace
referencia a los "enemas de peyote", los cuales son considerados tan anómalos
por los etnógrafos que se sospecha que los huicholes estuvieran poniéndole la
zancadilla a Furst: «¡Estos gringos se creen cualquier cosa!». Ocurre algo
parecido con la mezcla de hongos de don Juan que fumaba Carlos, pues la psilocibina
se inactiva cuando se fuma. Todo esto me recuerda a la leyenda urbana que
circuló en la contracultura de la droga de los sesenta que decía que las
cascaras de plátano, una vez secadas y fumadas, ponían al consumidor en un
estado de subidón alucinógeno. El crooner del rock Donovan cantaba sobre esto
en su tema Mellow Yellow: "Banana
eléctrica/va a ser la nueva movida/Banana eléctrica/va a ser lo próximo".
Por supuesto la fiebre de la cáscara de plátano madura obtuvo poco más que una
fama warholiana de quince minutos, mientras que Castaneda ha disfrutado de
varias décadas de éxito y sigue siendo popular a día de hoy.
The Sacred
Mushroom
de Puharich parece tan extravagante como cualquier otra cosa en el panteón
Castaneda. Trata las bizarras experiencias de Puharich, el psíquico Peter
Hurkos y un pequeño grupo de otros psíquicos e investigadores que tropezaron
con el misterioso hongo llamado Amanita
Muscaria (el cual muchos creen se trataría del soma del templo de Eleusis) en su complejo de investigación al este
de Estados Unidos. Su premisa parecía sugerir que no fue mera coincidencia (léase
sincronicidad) el que estos hongos místicos pareciesen aparecer de repente allá
donde fuera esta banda de intrépidos exploradores, haciéndoles señas para que
se acercasen a probar sus frutos prohibidos. Sucumbiendo al cautivador encanto
de este extraño elixir fúngico, el grupo fue conducido atrás en el tiempo hasta
el antiguo Egipto y otras encarnaciones previas, por no mencionar la vivencia
de extraños sucesos paranormales. En pocas palabras, el libro de Puharich
teorizaba que la Amanita Muscaria
habia estado buscando a su equipo de investigación (ecos de las esporas alienígenas
de Mckenna) para reunir a estas almas selectas que habían vivido ya en Egipto y
en Grecia como medio para continuar su elevada educación; el sabio y tramposo
hongo guiaba a estas almas aventureras a través de sus respectivas ascensiones
en los radios de la rueda kármica.
Para
aquellos que no lo recuerden, Peter Hurkos fue un legendario psíquico, famoso
por su presunta habilidad de transmitir fotografías a una cámara "pensándolas".
Siempre he pensado que si esto era un truco — del siempre animado Hurkos — se
trataba de uno bastante ingenioso. No recuerdo a ningún debunker duplicando esta
hazaña fotográfica o denunciándola como fraude; ni tan siquiera a James Randi,
quien una década después expondría públicamente a uno de los últimos protegidos
de Puharich, Uri Geller, acusándolo de fraude ante la audiencia de un programa
de la TV nacional. Lo cual nos lleva a una de estas tres posibilidades en
cuanto a Puharich y sus chifladas afirmaciones: 1) fue embaucado por personas
como Hurkos y Geller en la creencia de todos estos extraños sucesos que
transpiraban en su extraña compañía: Hurkos con los hongos; Geller con sus
extraterrestres. 2) Puharich mismo estaba tras estos fraudes, orquestando este
vodevil sobrenatural con la ayuda de sus ilustres compinches psíquicos o 3)
toda esta locura cósmica sucedió realmente en un nivel de la realidad u otro.
Al igual que con las preguntas sin respuesta acerca de los implantes nazis en
el cerebro de Kerry Thornley las sempiternas controversias sobre Castaneda o el
affaire Dick/VALIS, probablemente nunca llegaremos al fondo de los
ultramundanos esfuerzos de Puharich y sus adláteres masticadores de hongos. Y más
ahora cuando Puharich ha abandonado ya su envoltorio mortal y el Sr. Geller ha dejado
(casi por completo) de hacer apariciones públicas.
Otro
ejemplo de deposición dadaísta elaborada por Castaneda puede encontrarse en un
pasaje de Una realidad aparte en el
cual don Juan describe como ven los guerreros el aura humana:
Un
hombre se ve como un huevo de fibras que circulan. Y sus brazos y piernas son
como cerdas luminosas que brotan para todos lados.
Compárese
con otro pasaje de un libro escrito en 1903:
El
observador psíquico ve el aura humana en forma de nube luminosa, en forma de
huevo, surcado por finas líneas como duras cerdas que sobresalen en todas
direcciones.
La
cita de arriba es del yogui Ramacharaka quien — como si el caprichoso destino
lo quisiera así — fue el pseudónimo de un escritorzuelo americano de libros sobre
falso misticismo oriental. ¿Podría ser esta una de las fuentes entre la
literatura psíquica disponible en la época de la cual Castaneda extrajo sus
ideas? Una vez, durante una conferencia en la UC Irvine a finales de los sesenta,
un estudiante sacó a colación estas similitudes y Castaneda — siempre con sus rápidos
pies de guerrero — respondió que creía que esto se debía a que las formas yaqui
de chamanismo provenían originalmente de Asia, de los tiempos en los que las
dos masas de los hemisferios norte y sur habían estado conectadas. De acuerdo
con Richard De Mille, este era, junto con la adquisición de doctorados en brujería
avanzada y la escritura de superventas, otro de los muchos talentos de
Castaneda: la habilidad de sacarse de la manga extravagantes explicaciones — y
adornos oportunistas — al ser confrontado con preguntas delicadas.
Otro
ejemplo de las supuestas argucias de Castaneda citadas frecuentemente proviene
de los ya mencionados doctores Meyeroff y Furst, los cuales son ahora
respetados en sus campos y dirigen departamentos de antropología
universitarios. La Dra. Meyeroff era una antigua conocida de Castaneda, de
cuando ambos eran estudiantes universitarios en la UCLA y pasaban juntos los
retos y las tribulaciones de escribir sus tesis doctorales y de intentar dejar
su huella en el mundo académico. Meyeroff, como Castaneda, era uno de los
quinientos estudiantes de antropología que por aquel entonces luchaban por
hacerse con un titulo. Esta experiencia compartida — y su interés mutuo en el
chamanismo de los nativos americanos y las drogas alucinógenas — creó un vínculo
entre ambos que se prolongó muchos años después de su primer encuentro en la
primavera de 1966. En aquella época Carlos ya había escrito sobre don Juan por
unos cuantos años. Ataviado siempre con un conservador traje negro, Castaneda —
el "guerrero impecable" — trabajaba rigurosamente, normalmente ocho
horas al día y cinco días a la semana, emplazado religiosamente en uno de los
muchos cubículos de la UCLA, escribiendo lo que más tarde se convertiría en Las enseñanzas de don Juan.
Amigos
mutuos de Meyeroff y Castaneda habían sugerido durante un año que ambos deberían
conocerse, insinuando que tendrían mucho de lo que hablar. Cuando finalmente lo
hicieron, Meyeroff sintió que había conocido a un hermano perdido, alguien que
estaba recorriendo el mismo sendero de conocimiento que ella; no solo en lo
referente a las luchas académicas, sino también en su mutuo interés en las
experiencias de primera mano del chamanismo de los nativos americanos: Carlos
con sus historias acerca de don Juan y Meyeroff con sus experiencias con su
chamán, Rincón, al cual había conocido en el transcurso de su trabajo de campo
en México. En su primer encuentro, Meyeroff y Castaneda hablaron durante diez
horas, durante las cuales Castaneda la deleitó y la asombró con sus peripecias
con don Juan, el misterioso hechicero yaqui. Ella había encontrado al fin no
solo un amigo con quien podía conversar de tan elevados temas, sino también
alguien con quien podía colaborar y validar sus propias anotaciones de campo.
Más
tarde, ese mismo verano, Barbara Meyeroff viajo a Guatemala con su compañero de
estudios Peter Furst, en donde pasaron varios días con los indios huichol,
grabando cantos y canciones de peyote y escuchando historias alegóricas y
explicaciones de los mitos y los rituales de la mano de Ramón Medina. Una tarde
Medina — quien estaba preparándose por aquel entonces para convertirse en un
chaman-sacerdote huichol — interrumpió su rutina diaria con una imprevista excursión
al campo. Como Meyeroff relato más adelante:
Ramón
nos condujo a un empinado barranco atravesado por una catarata cayendo en una
cascada de unos trescientos metros sobre rocas dentadas y resbaladizas. En el
borde del precipicio Ramón se quitó sus sandalias y nos dijo que el lugar era
especial para los chamanes. Observamos con estupefacción como avanzó dando
brincos a través de la catarata, de roca en roca, deteniéndose frecuentemente,
con su cuerpo inclinado hacia adelante, sus brazos desplegados y su cabeza
echada hacia atrás, asemejándose a un pájaro, posado inmóvil sobre un pie. Desaparecía,
volvía a aparecer, daba saltos y finalmente llegó al otro lado. Los forasteros estábamos
aterrados pero los huicholes no parecían estar para nada preocupados.
A
finales de agosto, cuando Meyeroff volvió a la UCLA le contó a Carlos las
asombrosas acrobacias de Ramón Medina. «Oh», replico un sorprendido Carlos. «¡Lo
mismo que don Genaro!». Castaneda se puso entonces a describir las ya
legendarias levitaciones en la catarata de don Genaro en Una realidad aparte, las cuales eran notablemente similares a las
cabriolas de don Ramón — aunque con un par de proezas paranormales añadidas
para dar más efecto. El descenso por la catarata de don Genaro no solo daba
cuenta de la gran destreza física del aspirante a chaman Ramón Medina; por
momentos este parecía estar andado sobre el agua que se estrellaba sobre las
rocas más abajo. Como colofón, el siempre ameno don Genaro ejecutó un salto
mortal hacia atrás y desapareció de la vista de don Juan, Carlos, y el resto de
la cautivada audiencia yaqui que se había reunido en la orilla de la catarata
para ser testigos de tal fenomenal hazaña. Después de que Carlos compartiese su
historia acerca de don Genaro y la catarata, Meyeroff sintió que esto validaba
inmediatamente su propia investigación: se trataba de una muy necesitada confirmación
de las observaciones y las interpretaciones que había observado cuando Ramón atravesó
la mágica catarata de Guadalajara, en sintonía además con la interpretación de
Castaneda sobre la "danza de la catarata" de don Genaro como un rito
— y una iniciación — al secreto mundo del chamanismo.
En
la primavera de 1970 Castaneda fue invitado a hablar en una serie de
conferencias sobre el uso ritual de alucinógenos a instancias del Dr. Peter
Furst, el cual había organizado el evento. Cada cual compartió sus recuerdos de
chamanes manifestando agilidad o magia en cataratas mexicanas. Furst, que vio
junto a Meyeroff la demostración de Ramón Medina en Guadalajara compartió su
informe, seguido de la descripción de Castaneda de las levitaciones acrobáticas
de don Genaro. Furst encontró la interpretación de Castaneda «asombrosamente
similar» a la suya, pero no insistió en el asunto. Castaneda se había
convertido ya en el chico de oro del chamanismo de la Nueva Era, de modo que
muchas de sus afirmaciones se daban por buenas sin confrontación alguna. En años
posteriores, Meyeroff sospechó que Castaneda se había inventado la versión de
don Genaro y la catarata, como relató en una entrevista de mediados de los
setenta a Richard De Mille:
De
Mille: Incluso aunque inventase sobre la marcha su parte, el sentimiento de
mutuo entendimiento permanece.
Meyeroff:
Si.
De
Mille: Debe tener una habilidad considerable para resonar con las cosas que la
gente le cuenta.
Meyeroff:
Oh, sí, la tiene.
De
Mille: Las historias que inventa encajan exactamente con la persona con la que está
hablando.
Meyeroff:
Es realidad son espejos. Sucede una y otra vez. Mucha gente describe sus
conversaciones con Carlos diciendo «simplemente sé de lo que está hablando».
Pero cada uno te cuenta algo diferente, algo que en realidad forma parte de su
mundo y que Carlos ha reflejado. «Es todo sexual», dicen, o «es todo psicológico»,
o «místico» o «chamánico» o lo que sea en lo que estén metidos. Sus alegorías,
las historias que cuenta, parecen validar a todo el mundo.
De
Mille: En Castaneda's Journey llame a
Carlos un hombre Rorschach, un hombre sobre el que la gente proyecta sus mundos
interiores.
Meyeroff:
Así es, y eso es lo que hizo el primer día que nos conocimos. Le estaba
hablando sobre los aspersores de un hospital cerca de la UCLA. Son de estos
antiguos que lanzan chorros de agua a presión que brillan al sol. Le contaba cómo
iba por la autopista conduciendo deslumbrada por la belleza de la luz del sol
sobre el torbellino de agua, casi sintiendo que estaba siendo atraída por todo
ello, y entonces se puso a describirme como había visto todo esto desde las
alturas, cuando se encontraba sobrevolando el lugar como cuervo.
De
Mille: Justo después de que lo dijeras...
Meyeroff:
Si. (Riendo).
Aunque
De Mille no fue engañado por el canon Castaneda, quizá si lo fuera un poco por
Meyeroff y sus asociados, cuyas proezas fraudulentas, aunque carentes de los
diestros juegos de mano de Castaneda, casi rivalizan con las del mismo maestro
embaucador. Entre otros, los actos de fraude etnográfico y chamánico que
posteriormente salieron a la luz bajo escrutinio académico (recuérdese que los
hongos crecen mejor en la oscuridad cuando se les alimenta con excrementos) consistían
en:
1)
Una fotografía que afirma retratar un hechicero indio "volando". El
hechicero en cuestión mas tarde resulto ser Ramón Medina en una foto preparada.
2)
Furst y compañía caracterizaron a Ramón Medina como un "cantante"
sagrado huichol aunque este no era el caso. En tanto que don Juan era una celebridad
literaria, intentaron lanzar al mercado a Medina — en carne y hueso — de forma
similar.
3)
Meyeroff narró varias historias sobre las hazañas y proezas sexuales con
miembros del sexo opuesto. En realidad, un verdadero chamán curandero huichol
debe vivir una vida totalmente monógama.
Éstas
son tan sólo unas cuantas distorsiones y mentiras descaradas a las que dieron
rienda suelta en la comunidad académica Meyeroff y compañía, de acuerdo a
Fikes. El libro de Fikes llegó a ser tan provocativo y escandaloso que incluso
el Dr. Furst amenazó con interponer una demanda por difamación.
Continuará...
Muy interesante, yo tambien creo que fue un gran mentiroso Castañeda. Solo una observacion: la académica Meyeroff creo que mas bien viajo a México, no a Guatemala y a la parte de donde son los huicholes. Ellos habitan el oeste central del país, en la Sierra Madre Occidental, principalmente en los estados de Nayarit, Jalisco y partes de Durango y Zacatecas.
ResponderEliminar