jueves, 21 de abril de 2016

LECTURA DE ILLUMINATUS: SEMANA 19

Lectura de Illuminatus semana 19

Por Mazzu

Trilogía Illuminatus

(Desde la página 214 a la 224)




Finalizada la batalla de la Atlántida, Hagbard inspecciona el botín: cuatro magníficas estatuas atlantes de oro; Milo Flanagan y Otto Waterhouse captan una fuga en el esquema de los Illuminati; George Dorn se prepara para negociar con el líder del crimen organizado: Robert Putney Drake.

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En una entrevista de 1976 con Neal Wilgus, RAW contó que “las partes de la Atlántida son 99% de Shea”. La escena de la batalla de la Atlántida entre el Submarino de Hagbard y los Illuminati, tiene reminiscencias de la literatura pulp de aventuras de la década de 1930 (a la cual Robert Shea era muy afecto) y también un aire a 20.000 Leguas de Viaje Submarino, de Jules Verne. De hecho, en dicha novela el Nautilus del capitán Nemo visita también las ruinas sumergidas de la Atlántida:

Allí, bajo mis ojos, abismada y en ruinas, aparecía una ciudad destruida, con sus tejados derruidos, sus templos abatidos, sus arcos dislocados, sus columnas yacentes en tierra. En esas ruinas se adivinaban aún las sólidas proporciones de una especie de arquitectura toscana. Más lejos, se veían los restos de un gigantesco acueducto; en otro lugar, la achatada elevación de una acrópolis, con las formas flotantes de un Partenón; allá, los vestigios de un malecón que en otro tiempo debió abrigar en el puerto situado a orillas de un océano desaparecido los barcos mercantes y los trirremes de guerra; más allá, largos alineamientos de murallas derruidas, anchas calles desiertas, toda una Pompeya hundida bajo las aguas, que el capitán Nemo resucitaba a mi mirada.

¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba? Quería saberlo a toda costa, quería hablar, quería arrancarme la esfera de cobre que aprisionaba mi cabeza.

Pero el capitán Nemo vino hacia mí y me contuvo con un gesto. Luego, recogiendo un trozo de piedra pizarrosa, se dirigió a una roca de basalto negro y en ella trazó esta única palabra:

ATLANTIDA

¡Qué relámpago atravesó mi mente! ¡La Atlántida! ¡La antigua Merópide de Teopompo, la Atlántida de Platón, ese continente negado por Orígenes, Porfirio, Jámblico, D'Anville, Malte Brun, Humboldt, para quienes su desaparición era un relato legendario, y admitido por Posidonio, Plinio, Ammien Marcellin, Tertuliano, Engel, Sherer, Tournefort, Buffon y D'Avezac, lo tenía yo ante mis ojos, con el irrecusable testimonio de la catástrofe. Ésa era, pues, la desaparecida región que existía fuera de Europa, del Asia, de Libia, más allá de las columnas de Hércules. Allí era donde vivía ese pueblo poderoso de los atlantes contra el que la antigua Grecia libró sus primeras guerras.



La historia que conocemos de la Atlántida viene de los tiempos clásicos y está contenida esencialmente en los diálogos Timeo y Critias de Platón. Allí se habla de una gran isla llamada Atlántida, “más grande que Asia y Libia juntas”, situada más allá de las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar), que estaba habitada por un pueblo poderoso y guerrero, que en cierta ocasión invadió Europa y fue rechazado por los griegos. Luego, la gran isla desapareció, tragada por el mar.

Según dice Platón en Timeo y Critias, escritos hacia el 355 a.C, la historia de la Atlántida la trajo Solón de Atenas luego de su visita a Egipto hacia el 575 a.C, a quien se la habría narrado un sacerdote egipcio del templo de Sais, de nombre Sonchis, o Sonquis. En Timeo se dice que “en aquella época, se podía atravesar aquel océano dado que había una isla delante de la desembocadura que vosotros llamáis columnas de Hércules”. La historia narrada por Platón menciona un primer contacto de Atenas con los atlantes, a partir de un intento de conquista por parte de éstos unos 9.000 años antes del tiempo de Solón. Poco después de este intento de invasión por parte de los atlantes, la Atlántida desapareció como consecuencia de un desastre natural (o causado por los dioses)

Hay muchas teorías sobre este mítico ‘continente perdido’ y no vamos a desmenuzarlas en profundidad a todas – hay algunos sitios de internet enteramente dedicados a ello –; incluso podría decirse que hay tantas teorías como hay atlantólogos, pero básicamente hay tres posturas bien definidas al respecto: 1) la que defiende que la Atlántida existió y, tal como cuenta Platón, desapareció; 2) la que defiende la existencia de la Atlántida como el recuerdo deformado de algún pueblo antiguo desaparecido; y 3) los que creen que jamás existió y que Platón creó la historia de la Atlántida con el propósito de expresar sus reflexiones políticas.

Dentro de las teorías que defienden su existencia, podemos clasificar las diferentes hipótesis en base al emplazamiento geográfico que postulan:

- La Atlántida Minoica, que la ubica en Creta, en el mar Mediterráneo, y cuyo pueblo se trataría de una cultura prehelénica que habría desaparecido tras la erupción del volcán de la isla Thera o Santorini alrededor de 1640 a. C. Algunos atlantólogos que defienden esta hipótesis son Angelos Galanopoulos, Spyridon Marinatos, y el finado explorador de los mares Jacques Cousteau.

- La Atlántida Mediterránea: diferentes autores la localizan en diferentes lugares; para Robert Sarmast, estaba cerca de Chipre; A. Giovannini, Dora Katsonopoulou, y Steven Soter defienden la teoría de que el hundimiento de la ciudad de Hélice durante la ápoca de Platón fue lo que inspiró al filósofo para el cuento de la Atlántida; para Sergio Frau, la Atlántida estaba en Cerdeña, donde un tsunami habría destruido a la civilización nurágica, cuyos sobrevivientes fundaron la civilización etrusca; los autores Anton Mifsud, Simon Mifsud, Chris Agius Sultana y Charles Savona Ventura consideran que la isla de Malta, al ser el emplazamiento de algunas de las estructuras más antiguas construidas por el hombre, es la locación de la Atlántida.

- La Atlántida Española, que tiene dos posibles ubicaciones: la hipótesis tartesia la ubicaría al sur de España, cerca del estrecho de Gibraltar, en el Coto de Doñana (tesis defendida por varios autores españoles y alemanes, entre ellos José Pellicer de Ossau I Tovar – en el siglo XVII – y en la actualidad por Rainer W. Kühne); y la hipótesis gallega, que la ubica al norte de la península ibérica, propuesta por Jorge María Ribero Meneses

- La Atlántida Africana, que tiene varias locaciones: Georgeos Díaz-Montexano la ubica frente al estrecho de Gibraltar; Robert Graves la ubica en la isla de Faro (Pharos), frente a Alejandría, en Egipto; según Michael Hübner, estaba al sudoeste de Marruecos, en el Atlántico; el geólogo francés Jacques Collina-Girard la localiza en el Banco de Majuán o de Espartel, que es una isla sumergida cercana al Estrecho de Gibraltar, al norte de Marruecos.

- La Atlántida de Oriente Medio también tiene numerosas variantes: según Peter James, estaría en una antigua ciudad costera de Anatolia, en la parte asiática de lo que hoy es Turquía; para el autor chileno Jaime Manuschevich, era una isla de la antigua Canaán que hoy corresponde a Israel y el Sinaí; los investigadores alemanes Siegfried y Christian Schoppe la colocan en el Mar Negro.

- La Atlántida Americana: algunos historiadores del siglo XVI – como Francisco López de Gómara, Agustín de Zárate, y Pedro Sarmiento de Gamboa – creyeron que lo que Cristóbal Colón había descubierto era nada más y nada menos que la famosa isla descrita por Platón; varios autores del siglo XIX (como Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, Edward Herbert Thompson o Augustus Le Plongeon), propusieron que la Atlántida estaría relacionada con las culturas maya y azteca, y recalcan la similitud de algunos vocablos como Aztlán y Atlas; el autor Jim Allen propone que lo que describía Platón era la civilización del altiplano boliviano; por su parte, el autor Andrew Collins defiende la hipótesis cubana (en 2001 se documentaron por primera vez unas imágenes de sonar interpretadas como una compleja estructura de granito sumergida cerca de la costa cubana de Guanahacabibes)

- La Atlántida Hiperbórea: varios autores localizan a la Atlántida en los mares del norte;  el inglés William Comyns Beaumont y el escocés Lewis Spence la ubican en Gran Bretaña; el geógrafo sueco Ulf Erlingsson postula que la civilización atlante no es otra que la cultura neolítica constructora de megalitos de Irlanda; los autores alemanes Jürgen Spanuth y Gerhard Herm la colocan en Dinamarca; el mitólogo finés Ior Bock la ubicaba en el Mar Báltico; Julius Evola, Madame Blavatsky, y varios esoteristas coincidían con la creencia nazi de que la ‘raza aria’ provenía de la Atlántida, que según la Sociedad Thule, habría estado ubicada en Hiperbórea, en el extremo norte, tal vez en Groenlandia.

- Y – por último – la Atlántida Clásica, la que toma los dichos de Platón de manera más literal, que estaría situada en el océano Atlántico, a mitad de camino entre África y América, y de la cual las Islas Azores serían los últimos vestigios; varios atlantólogos defienden este emplazamiento, siendo el más notable el norteamericano Ignatius Donnelly. En Illuminatus, Shea y Wilson la localizan precisamente aquí.



En su libro Legados de la Atlántida, el atlantólogo Eduardo Miquel explica que:

En esta isla Atlántida pudo haberse desarrollado una civilización madre cuyas características las harían antecesoras de la civilización egipcia o incluso de la sumeria… entre otras, antes de su dispersión y que pudieron haber establecido colonias en otros lugares del mundo. Esta hipótesis de trabajo, entronca en mayor o menor medida con la teoría difusionista de la civilización, defendida inicialmente por Carlos de Sigüenza en el siglo XVII que también estudio la Atlántida, y después por el atlantólogo norteamericano Ignatius Donnelly. Aunque muchos otros autores hablaron de la Atlántida antes que Donnelly, entre los más importantes el monje jesuita Athanasius Kircher contemporáneo a su vez de Sigüenza, entre otros muchos, tratar de nombrarlos a todos sería una tarea ardua, aunque Donnelly fue quizás el primero de la era moderna que intentó abordar el problema desde el punto de vista científico.

En su libro de 1882 Atlántida: el Mundo Antediluviano Donnelly proponía a la Atlántida como la cuna de la civilización, el lugar donde los seres humanos habían salido de la barbarie. Creía también que los dioses y diosas de los mitos antiguos eran las versiones mitificadas de reyes y reinas de la Atlántida, y que la mitología recordaba – de manera adornada – hechos históricos. Para Donnelly, la Atlántida representaba la base del mito del Edén o del Jardín de las Hespérides.

En Illuminatus, los autores parecen usar como base para su relato el emplazamiento atlante de Donnelly, y también a su teoría difusionista que ve a la cultura atlante como la madre de de todas las culturas, tanto americanas, como africanas, asiáticas, y europeas. Donnelly sugería que ciertas similitudes entre las civilizaciones del Viejo y Nuevo Mundo podían ser evidencia de esa cultura madre, por ejemplo, el hecho de que hubiera pirámides a ambos lados del Atlántico, y fue – tal vez – uno de los primeros en teorizar que los atlantes eran constructores de pirámides; en Illuminatus leemos (pág. 217) que las obras atlantes:

“...eran distintas a las obras de cualquier otra cultura que George conociera, lo cual era de esperar, después de todo. Eran realistas y fantásticas al mismo tiempo, y abstractamente intelectuales. Tenían similitudes con el arte egipcio, maya, griego clásico, chino y gótico, combinado con un leve aspecto sorprendentemente moderno. Algunas de las características de las estatuas eran totalmente únicas, cualidades sin duda perdidas por las civilizaciones posteriores a la Atlántida, pero que podían hallarse igualmente en el mundo del arte conocido, preservadas y enfatizadas por otras culturas. George cayó en la cuenta de que ese era el arte de Ur; observar las estatuas era como escuchar una frase en el primer lenguaje hablado de la humanidad”.

Wilson y Shea señalan una transición entre dos épocas de la civilización atlante: la Alta Atlántida o Atlantida Antigua, y la Baja Atlántida o Atlántida Tardía. La civilización de la Alta Atlántida habría alcanzado un elevado nivel tecnológico, incluso superior al de hoy en día; esto, creo yo, fue tomado por los autores de Illuminatus de las famosas lecturas psíquicas de Edgar Cayce (aunque los teósofos y Madame Blavatsky postulaban algo similar); Cayce también hablaba de un primer cataclismo atlante provocado por la tecnología del hombre, igual que el desastre que en Illuminatus Hagbard llama “el Ojo del Mal” (pág. 214), y fue también él quien – en una de sus lecturas psíquicas – le dio los nombres de Poseida y Peos a la región y a la ciudad atlantes respectivamente, y ambos nombres son utilizados en Illuminatus; casi inmediatamente luego de esta catástrofe aquél alto nivel tecnológico se habría perdido; la Alta Atlántida de Illuminatus sería como la propuesta por Cayce, y la Baja Atlántida sería el pueblo que según Platón invadió la Península del Peloponeso unos 9.500 años antes de la Era Común.



Ahora, bien: planteémonos por un instante la teoría de la inexistencia virtual de la Atlántida; consideremos por un rato – más allá de nuestros sesgos personales – si, como dicen varios estudiosos del pensamiento platónico, Platón se inventó todo el relato de una civilización desaparecida para exponer de manera metafórica sus ideales políticos y sociales. En la entrada de Wikipedia dice “estudiosos, como Marinatos o J. V. Luce, reconocen que Platón crea la historia de la Atlántida, con el propósito de expresar sus reflexiones políticas, pero añaden que su relato deja entrever antiguas tradiciones sobre las civilizaciones de la cuenca del Egeo durante la Edad del Bronce”; parte ficción y parte realidad... ¿a qué les suena? La Atlántida es perfecta para Illuminatus, un Jodementes donde la ficción y la realidad están entretejidas de manera ininteligible. La Atlántida sería entonces un enorme Jodementes: miles de personas a lo largo de los siglos teorizando sobre ella u organizando expediciones en búsqueda de algo que nunca existió... ¿sería el viejo Platón una de las tantas encarnaciones del pícaro Malaclypse el Viejo?



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En varias partes de Illuminatus los autores hacen referencia a Frankenstein, la novela de Mary Wollstonecraft Shelley. Específicamente, en la página 221, leemos

La noche del 2 de Febrero de 1776 era oscura y ventosa en Ingolstadt; en efecto, el estudio de Adam Weishaupt parecía el escenario de una película de Frankenstein, con sus ventanas traqueteando, las velas parpadeando, y las sombras aterrorizantes que el viejo Adam proyectaba mientras iba y venía con su peculiar paso tambaleante.

Si bien Shea y Wilson refieren a la película y no a la novela, comparemos la ambientación de esa escena de Illuminatus con la escena del comienzo del capítulo IV de Frankenstein, cuando el Dr. Víctor finalmente logra dar vida a su criatura:

Una desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mi alrededor los instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo.

Frankenstein, por Berni Wrightson


Ahora bien, las similitudes entre Weishaupt y Frankenstein no culminan ahí: el Víctor Frankenstein de la novela de Mary Shelley había estudiado (comenzando sus estudios nada más y nada menos que a la significativa edad de 17 años) en la Universidad de Ingolstadt, ¡el mismo instituto donde Adam Weishaupt había dado clases! Pero esta locación particular tal vez no fue fruto de la simple coincidencia: al parecer, Mary Shelley había utilizado esa localidad como un símbolo.

Hay muchas y muy variadas interpretaciones de Frankenstein, pero una que llamó mi atención en particular fue la ofrecida por Vic Sage, profesor de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra:

La criatura de Frankenstein se ha interpretado como un símbolo del pensamiento revolucionario que recorría Europa en la década de 1790, pero que se había esfumado en gran medida para el tiempo en que Shelley escribió la novela.

Algunos críticos sostienen que el hecho de que la criatura no logre prosperar y el caos que desata son evidencia de que Mary Shelley estaba en contra de las revoluciones – a diferencia de sus padres radicales y de su esposo – y de que apoyaba el orden tradicional.

Sin embargo, mediante la aplicación de los valores modernos de la narrativa, es evidente que las fallas se encuentran en el hombre, el creador, y no la criatura

Al parecer, Víctor Frankenstein personificaba una caricatura de su esposo, Percy Shelley, como podemos leer en Mary Shelley: Her Life, Her Fiction, Her Monsters de Anne Kostelanetz Mellor:

Al colocar a Víctor Frankenstein en la Universidad de Ingolstadt, Mary Shelley marcó aún más su asociación con las políticas radicales defendidas por Percy Shelley en Queen Mab (1813). Ingolstadt era famosa por haber sido el hogar de los Illuminati, una sociedad secreta revolucionaria fundada en 1776 por el Profesor de Derecho Adam Weishaupt, que abogó por la perfección de la humanidad a través de la destrucción de las instituciones religiosas y políticas establecidas. Percy Shelley había apoyado con entusiasmo los objetivos de Weishaupt (...) de liberar a todos los hombres de la esclavitud impuesta por “la sociedad, los gobiernos, las ciencias y la religión falsa”. (...) Ella percibía en Percy una arrogancia intelectual o creencia en la importancia suprema de abstracciones mentales que lo llevaron a ser insensible a los sentimientos de los que no comparten sus ideas y entusiasmo.

Con esto en mente, podemos ver a Víctor Frankenstein también como una caricatura crítica de Percey Shelley y del propio Adam Weishaupt, un ‘Moderno Prometeo’ que intenta regalar la libertad a su criatura (las masas oprimidas por “las instituciones religiosas y políticas establecidas”) y que su propio engendro se rebela contra su creador, desatando el caos en una situación que se escapa de sus manos. Una crítica conservadora a las ideas revolucionarias del Iluminismo, o – podríamos decir con el lenguaje de Illuminatus – una diatriba neófoba contra la neofilia del Zeitgeist de la segunda mitad del siglo XVIII.

¿Fue Mary Shelley una de las primeras escritoras anti-Illuminati? ¿Shea y RAW eran conscientes de todo esto al identificar a Weishaupt con Frankenstein?

Berni Wrightson


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Por cierto, esa escena en el estudio de Adam Weishaupt en la página 221 rebalsa de elementos de los Mitos de Illuminatus y de la Operación Jodementes: los autores mezclan a un personaje histórico como Adam Weishaupt con un libro ficticio – el Necronomicon –, teorías conspirativas delirantes, y humor ácido.



Weishaupt está estudiando inglés, ¿por qué lo hace?; necesita aprender el idioma porque luego matará y suplantará a George Washington, claro.

Allí supuestamente Weishaupt – colocado en hachís y leyendo el Necronomicon – descubre la Ley de los Cincos y ve a Bugs Bunny (supongo que mediante una proyección al futuro del Morgensheutegesternwelt) en la figura de un Shoggoth lovecraftiano; “Du haxen Hase” es el equivalente alemán del inglés “Wascally Wabbit” (“Rascally Rabbit” – “Pícaro Conejo”) que dice Elmer Fudd. Descubre el 23 oculto en el signo V discordiano, que en su época aún no existía, pero que él puede ver gracias a su proyección al futuro, como le sucede a Joe Malik unas páginas antes – una especie de flashback de ácido pero retroactivo – algo muy de Illuminatus:

“El Signo de los Cuernos, hecho con los dos primeros dedos levantados en V sosteniendo los otros tres contra la palma: el dos, el tres y su unión en el cinco. Padre, Hijo y Diablo Santo… la Dualidad del bien y el mal, la Trinidad de la Cabeza de Dios… el biciclo y el triciclo…”

Bendición/Maldición por Eliphas Levi


También se adelanta en más de un siglo a H.P. Lovecraft, Harold T. Wilkins, y Erich von Däniken y la teoría de los ‘astronautas ancestrales’ al descubrir a los squinks gracias a un error lingüístico. “¿Y qué aspecto tendría un squink? Sin dudas, sería una mezcla entre zorrillo y calamar: tendría ocho brazos y apestaría a hoch Himmel”. En los Mitos de Illuminatus los squinks serían una especie de demiurgos extraterrestres bastante torpes (“eran dueños de Patada Veloz s.r.l., los contratistas más impresentables de la Vía Láctea”) que crearon la vida en la Tierra y los culpables de que nuestras vidas sean efímeras, dado a que nos programaron con la Idea de la Muerte para minimizar los costos de creación: “Patada Veloz s.r.l. recortó los gastos más de lo pensado, y la Tierra se transformo en el Ejemplo Horrible citado en todas las clases de diseño planetario de la galaxia” (pág. 197).

Aunque la identificación entre los Shoggoths lovecraftianos y los Squinks no es total, sí tienen algunos puntos en común; en el relato En las Montañas de la Locura, Lovecraft cuenta que los Shoggoths fueron creados genéticamente como esclavos por los Grandes Antiguos, la raza extraterrestre con cabeza en forma de estrella de 5 puntas que habría poblado la Antártida millones de años antes de la aparición del ser humano. Los Grandes Antiguos habrían creado la vida sobre la tierra, según Lovecraft en el mismo relato, y también a los Shoggoths:

En el mar, primero para alimentarse y luego con otros propósitos, crearon las formas originales de la vida terrestre a partir de sustancias que conocían desde hacía mucho tiempo. Luego de haber aniquilado a varios enemigos cósmicos se dedicaron a los experimentos más complicados. Habían hecho lo mismo en otros planetas, no contentándose solamente con elaborar alimentos, sino también ciertas masas protoplásmicas capaces de transformar sus tejidos en toda clase de órganos bajo influencias hipnóticas. Estas masas eran así perfectos esclavos, encargados de las labores más pesadas. (Se trataba sin duda de las criaturas viscosas que Abdul Alhazred llama shoggoths en su terrible. Necronomicon, aunque aquel árabe loco no insinuó jamás que habrían existido en la Tierra, excepto en los sueños de quienes masticaban cierta hierba alcaloidea.) Cuando los Grandes Antiguos de cabeza de estrella lograron sintetizar sus principales alimentos y difundieron por el mundo un buen número de shoggoths, dejaron que otros grupos celulares evolucionaran libremente, eliminando a aquellos que podían traer dificultades.

Shoggoth, de la revista Conan the Savage #4 (noviembre 1995)


(...)Estos vertebrados, lo mismo que una infinidad de otras formas de vida — animal, vegetal, marina, terrestre y aérea —, eran producto de una evolución no dirigida que actuaba sobre las células creadas por los Grandes Antiguos. Se había permitido que se desarrollaran libremente por no haberse rebelado nunca contra sus amos. Los organismos de difícil dominación, como es natural, fueron exterminados mecánicamente. Nos llamó la atención ver que en las últimas y más decadentes esculturas aparecían unos mamíferos usados a veces como alimento y otras como divertidos bufones, y cuyos rasgos simiescos y humanos eran indudables.

Los Shoggoths habían sido dotados con mucha fuerza y poca inteligencia, pero con el transcurrir de las eras su intelecto se incrementó y se sublevaron contra sus amos, cosa que precipitó la caída de los Antiguos, que estaban ya en guerra con los Primordiales. Por ende, los squinks serían más como los Grandes Antiguos – creadores de la vida – que como los shoggoths – meros esclavos de aquellos; sin embargo, en la entrada de Wikipedia sobre ellos hay una versión que propone a los shoggoths como los creadores de Ubbo-Sathla, el “amorfo y estúpido demiurgo”, responsable a su vez de la creación de la vida en este planeta; aunque Ubbo-Sathla aparece en el cuento homónimo de Clark Ashton Smith, no he encontrado ningún relato que lo relacione con los shoggoths y respalde la afirmación de la página de Wikipedia (si algún lector de este blog descubre algo, hágamelo saber – ¡Gracias!)

 “La noche del 2 de Febrero...” puede ser una referencia wilsoniana a la fecha de nacimiento de James Joyce.

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En la página 222 George observa la “tarjeta dorada con extraños jeroglíficos” que Hagbard le había dado como “talismán de protección”:



Podemos traducir esto como ‘NEVER WHISTLE WHILE YOURE PISSING’ (Nunca Chifles Mientras Estás Meando) con el alfabeto que figura en el Apéndice Beth la página 566.

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Algo de los Mitos de Illuminatus que se hace patente esta semana es la conexión que trazan los autores entre los sacrificios humanos en todas las épocas de la historia de la humanidad y ciertas fuerzas externas, ciertos entes lovecraftianos apenas insinuados en el fragmento que nos ocupa.

En la página 217 Hagbard nos cuenta que los miembros del Círculo Intacto – los ancestros atlantes de los Illuminati – además de ser los creadores de la primera religión del mundo, fueron quienes dieron inicio al sacrificio humano ritual. En la página 214 Hagbard le cuenta a George que

“Su civilización fue herida de muerte en los días del Ojo del Mal. Un tercio murió - casi la mitad de la población humana del planeta en aquellos tiempos -. Luego del Ojo algo les impidió recuperarse”.

Y en la página 215 continúa:

“Esa segunda civilización alcanzó un nivel un tanto más adelantado que el de los griegos y los romanos, pero nada como sus predecesores. Parece que una fuerza maléfica estaba empecinada en destruirla también, y fue destruida hace unos diez mil años.”

Luego, en la página 217 profundiza sobre el culto:

“La escultura es producto del culto más infecto de la Atlántida. Ellos dieron origen al sacrificio humano. Primero practicaban la castración, pero luego comenzaron a matar hombres en vez de simplemente cortarles las bolas. Después, cuando las mujeres fueron dominadas, el sacrificio era una virgen que entregaban supuestamente a Los No Amados, mientras todavía era pura”.

El nombre Los No Amados suena a los horribles y monstruosos dioses de los Mitos de Cthulhu, más si tenemos en cuenta que unas páginas más adelante el mismo Adam Weishaupt menciona al Necronomicon y a los Shoggoths. De la escena de Weishaupt saltamos a una escena en el campo de concentración en Auschwitz, y de ahí a los sacrificios rituales de los aztecas a Tlaloc, contexto en el cual los autores parecen querer insinuar que los campos de concentración eran sitios en los que los nazis realizaban enormes sacrificios humanos para los dioses oscuros, algo que una obra que influyó bastante a Illuminatus, El Retorno de los Brujos, de Pauwels y Bergier, pone de manifiesto insinuando que los nazis intentaban ponerse en contacto con fuerzas sobrehumanas denominadas ‘los Superiores Desconocidos’, como ya hemos explicado en entradas anteriores (ver SEMANA 11 y SEMANA 16). Por terrible que suena esto, tiene una plataforma muy real: Jörg Lanz, un escritor austríaco y editor de la revista racista y antisemita Ostara (que Hitler coleccionaba en su época de pintor frustrado) sentó las bases de la ariosofía que el nazismo adoptaría años más tarde. Algunas de las políticas que Lanz proponía para las “razas inferiores” eran: esterilización, esclavitud, uso como bestias de carga, deportación y hasta “incineración como sacrificio a Wotan”.



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Por el lado cabalístico, el fragmento que nos ocupa esta semana es bastante representativo de la séfira en la que nos encontramos, la quinta, Geburah: el Poder, la Severidad, es una fuerza impulsora de todo lo destructivo, del odio, y las guerras; todo lo que incluimos en el ítem anterior sobre los sacrificios humanos, la destrucción de la Atlántida, la mención a Auschwitz, y a los sacrificios rituales de los aztecas son los aspectos más macabros de esta séfira.

Además, son presentados dos personajes muy representativos de Geburah: Milo Flanagan (hermano del Padre Pederastia, y un Illuminatus del Cuarto Grado) poseedor de una mirada que echaba “llamas blanco-azuladas de locura homicida ardiente desde lo profundo de sus ojos”, y su mano derecha, Otto Waterhouse “un hombre de color, de un metro noventa y ocho de altura, que hizo su carrera en el Departamento de Policía de Chicago a base de hostigar, torturar, mutilar y matar a más miembros de su propia raza que un sheriff de Mississippi. Flanagan captó tempranamente el amorío de sangre fría y autodestructivo de Waterhouse con la muerte, y lo sumó a sus filas”.



Otro personaje muy representativo de esta séfira también aparece en este segmento, y es Robert Putney Drake, el líder del crimen organizado de los EEUU con el cual George Dorn debe negociar con las valiosísimas estatuas atlantes para que deje de perseguir a los discordianos y que “como muestra de buena fe, reviente a veinticuatro agentes Illuminati por nosotros en las próximas veinticuatro horas” y que en el proceso iba a iba a estar “desprotegido entre hombres que asesinaban seres humanos con la misma facilidad que un ama de casa mata una mosca” – más destrucción y violencia de Geburah.

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5s, 17s, y 23s: “es cinco veces más grande que la Gran Pirámide de Keops” (pág. 215); “intentaré hacerla simple. Hay cinco razones” (pág. 216); “CINCOS. SEXO. AQUÍ” (pág. 219); “Necesitamos diez sensitivos del Quinto Grado para formar el pentáculo”, y “Hay diecisiete sensitivos del Quinto Grado en Europa, ocho en África y veintitrés repartidos en el resto del mundo” (pág. 220); “cinco lados en los bordes de los dibujos de los shoggoths… siempre cinco lados, en todos los dibujos de shoggoths… y tanto ‘squid’ como ‘skunk’ tienen cinco letras”, “Levantó las manos, miró los cinco dedos en cada una y comenzó a reír. Súbitamente, todo era claro: el Signo de los Cuernos, hecho por los dos primeros dedos levantados en V sosteniendo los otros tres contra la palma: el dos, el tres y su unión en el cinco. Padre, Hijo y Diablo Santo… la Dualidad del bien y el mal, la Trinidad de la Cabeza de Dios… el biciclo y el triciclo…” (pág. 221)

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La próxima entrada será un plus de la lectura de esta semana aportado por Martín Agharta Díaz donde se explayará, precisamente, sobre la leyenda de Agharta o Agharti, que aparece en los Mitos de Illuminatus en el segmento que nos ha tocado...









3 comentarios:

  1. Interesante obra... Aprovecho para agradecer la mención a mis investigaciones, y de paso, aclarar el error que se comete al clasificar mi teoría dentro de la "Atlántida Africana". No es correcto, porque yo lo que siempre he defendido es que (tal como precisa Platón) sería (de haber existido realmente) una isla delante de Gibraltar, justo ocupando el espacio que se extiende desde el Golfo de Cádiz, entre Iberia y África, hasta Madeira por el Oeste y Canarias por el Sur. De modo que la isla habría pertenecido tanto a Iberia como a Marruecos. Es decir, que en término geográficos actuales, sería tan española y portuguesa como africana.

    Lo correcto es catalogar mi teoría (en una categoría propia) como Íbero-Mauretana o Íbero-Marroquí, o mejor como Íbero-Líbica, por usar la denominación más antigua de África del Norte que era Libia, y si se quiere usar como clasificación los continentes actuales, entonces se podría decir, Euro-Africana, pero esto quedaría algo más impreciso porque tanto Europa como África son demasiado grandes.

    Recomiendo, por tanto, que en una próxima edición se corrija como Íbero-Líbica o Íbero-Mauretana, Cualquiera de estas dos opciones, o tal cual, o sea, bajo la categoría: "La Atlántida Íbero-Líbica o Íbero-Mauretana", sería lo correcto de acuerdo a mis investigaciones y teoría.

    Un cordial saludo,
    Georgeos

    Pd. Otro pequeño error (que podría molestar un poco al autor) es lo de la teoría de Jorge María Ribero-meneses lázaro, que no debería decirse "gallega", sino asturiana. o astur-cántabra, que es la zona donde el única la Atlántida (frente a las costas de Asturias en concreto).

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    1. Para más información sobre mis investigaciones y publicaciones, os invito a visitar mi web: AtlantidaHistorica.com

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    2. Gracias por tu aporte Georgeos!

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