martes, 18 de marzo de 2014

Belladona - por Robert Anton Wilson (relato, fragmento de Right Where You Are Sitting Now)


Belladona

Por Robert Anton Wilson (relato, fragmento de Right Where You Are Sitting Now, )
 
Traducción: Mazzu

 

Voy a hacer mi declaración, pero seguramente van a tener muchos problemas para entenderla. Tal vez he nacido para que me cuelguen, aunque tal vez no. Pueden decir que las cosas se me apilaron encima. Los Proctoscopios Sionistas, los platillos voladores y toda esa gente sensual con sus vibradores. Ok, trataré de mantener el orden de las cosas. Mi nombre es James Tyrone Carpenter, pero pueden llamarme Jim; todos lo hacen. He sido Sheriff aquí en Mad Dog, en el gran Estado de Texas, durante diecinueve años. Mi pobre mujer se llama Suzie Belle. No tuvimos niños – el doctor dice que es ella la que no puede. Somos lo que la gente de aquí llama Demócratas del Perro Amarillo; esto es, votamos por el mismo partido aunque pongan a un viejo perro amarillo de candidato. Sí, incluso aunque Jesucristo sea el candidato de los Republicanos ese año. Papá era granjero, y también lo fue su padre. La gente confía en mí. No, no me apuren. Estoy llegando al punto a mi manera. Al plato volador lo vi hace quince años… Maldita sea, el plato volador está conectado al asunto. Si no quieren que les cuente mi historia con mis propias palabras – Bueno, está bien, decidí matar a Suzie Belle hace un mes, más o menos. Fue por la gente sensual ¿Qué? Eso es lo que he tratado de decirles. Si me dejan contarlo a mi manera todo tendrá sentido, como la tabla de multiplicar. El platillo volador –

 

No les enseñan modales en esa pomposa universidad, ¿No? No dejan hablar a la gente. Pues bien; todo comenzó con los Proctoscopios de los Sabios Sionistas. Mi papá leyó sobre ellos en una gran revista patriótica publicada por el reverendo Gerald L.K. Smith. Pero no creo que ustedes hayan oído hablar de los Proctoscopios o del reverendo Smith. Eso es por el lavado de cerebros que les hacen en esas universidades. Verán, los Proctoscopios explican cómo fue que esos judíos se reunieron a complotar para apoderarse del mundo en 1880 en Rusia.

 

No, malditos tontos. No digo que sea tan simple. Cuando me uní a la Sociedad John Birch, allá en el ’54, dos años antes de ver el platillo volador que – bueno, no habría visto el platillo si no hubiera leído los Proctoscopios y no me hubiera unido a la Sociedad Birch  - estoy tratando de hacerlo simple. Siento tanta lástima por esos niños como cualquiera del pueblo.

 

El asesinato es un asunto complicado. Y recuerden que soy un hombre de ley.

 

Fue Perry English, el presidente de la sucursal Birch local, quien me contó sobre los Illuminatuses. Tampoco han oído nada sobre ellos, supongo ¿Quiénes son? Son la banda que controla a los Sionistas, los verdaderos jefes ocultos. Perry cree que los Nudistas Tibetanos, y que los Sionistas sólo son una fachada. Lo mismo los comunistas, en tal caso. Podría contarles la verdadera historia de la música de rock and roll y de la fluorización, y de cómo Adam Weishaupt, el primer Illuminatus, asesinó a George Washington y tomó su lugar como presidente, estableciendo el control Illuminatus aquí en América, y un montón de otras cosas que no leerán en los periódicos que ellos manejan. Y les sorprenderá saber cómo encajan en el cuadro Liz Taylor y esos dibujitos de Bugs Bunny.

 

No hay necesidad de de usar ese tono de voz. Ya les dije que lamento lo de esos niños. No soy un maniático, ¿saben?

 

Bueno, si se quedan tranquilos y no se sulfuran. Era el 23 de mayo, allá por 1956. Lo recuerdo porque era el cumpleaños de mi prima Sally Lou, que además cumplía 23. Ese par de 23 se me quedaron en la cabeza. Esa noche en la Sociedad Birch pasaron una película anti pornografía que me dejó cachondo e incómodo, ahora que lo recuerdo. Ahí fue que tuve una discusión con Perry English. Sobre los Illuminatuses. Le dije que, viendo que eran la fuerza oculta detrás de los Sionistas, probablemente hubiera otra fuerza oculta detrás de ellos. Es lógico, ¿No? Pero él me dijo que yo estaba borracho y tuvimos un cruce de palabras, y luego de eso dejé de ir a las reuniones de la Birch.

 

Verán, al otro día, 24 de mayo, fue cuando lo vi.

 

Pues bien, sé que algunos de ustedes no creerán esto. Todos esos Illuminatuses en la Fuerza Aérea hicieron realmente un buen trabajo al lavarle el cerebro al público sobre estas cosas. Pero yo sé lo que vi con mis propios ojos.

 

Iba manejando a lo de Roy Holmes. Roy tiene la hacienda más bonita del Condado de Mad Dog, y no encontrarán una mejor persona que él. Debía verlo por su muchacho, Roy Jr., que había enfurecido a los vecinos cuando robó la letrina de Jem Taylor y la colocó en el jardín de la iglesia católica a la que van los mexicanos. No es que eso le importara mucho a la gente, pero apenas habían pasado dos o tres semanas desde que robara el Volkswagen de Sid Gardner y lo pusiera sobre el techo del Ayuntamiento. Querían que le pusiera un freno al muchacho antes de que cometiese alguna travesura verdaderamente grave.

 

Así que iba manejando a lo de Roy para decirle que tenía que hacer algo con el chico antes de que el torpe jovenzuelo anduviese tonteando por ahí con dinamita como el muchacho de Pete Riley, que voló en pedazos mientras trataba de convencer a Polly Smythe de que la falla de San Andrés en verdad se extendía hasta el oeste de Texas. Ese fue un caso muy triste; el chico sólo quería que ella huyese junto a él a Cuernavaca.

 

Y ahí estaba yo, a quince millas del pueblo en la Ruta 17, en un día claro y despejado como pocos que haya visto incluso en estas partes, donde la mayoría de los días son claros y despejados. Al principio no lo vi; lo sentí. Es decir, el auto comenzó a fallar y luego se detuvo por completo, y me recorrió una sensación realmente extraña, como una especie de rayo invisible.

 

Y allí estaba, a no más de cien metros sobre mí, tan grande como un campo de béisbol. Era casi todo plateado, pero tenía una especie de brillo naranja alrededor. Y realmente parecía un plato. Vamos, ríanse. Nadie puede decirme qué vi y qué no vi.

 

No, no había ningún enanito verde mirándome a través de los ojos de buey, ni nada por el estilo. Pero esa cosa estaba allí y yo sentí su rayo atómico o lo que fuera que haya sido, y mi auto también lo sintió porque, como dije, el motor se detuvo.

 

Bueno, miré hacia arriba y pensé que mi hora había llegado. Porque inmediatamente hice la conexión: yo había estado hablando sobre el poder detrás de los Illuminatuses justo la noche anterior, y ahora ellos estaban allí, echándome un vistazo para que yo supiera que uno no puede hablar sin que ellos lo sepan. Y luego habló la Voz:

 

“Jim Carpenter” dijo, “ten cuidado”.

 

Y salieron disparados como un obús, y esa fue toda la experiencia.

 


Uno de los psiquiatras que intentó sonsacarme luego de lo que pasó con Suzie Belle me dijo que mucha gente ha visto platillos voladores y que personalmente creía que había algo allá arriba. Pero dijo que yo debía considerar que la última parte – la Voz – había sido mi propia imaginación dado que estaba sobreexcitado por la cercanía de esa cosa. Dijo que la voz había sido autohipnosis.

 

Nunca escuché nada más estúpido. Mi auto no tuvo nada que ver con eso; estaba detenido. Y, además, ¿Cómo puede un auto hipnotizar a alguien?

 

Allí estaba a mis cuarenta y dos años, todo un contactado platillista de mediana edad. Además, yo era el único contactado que tenía una idea clara de lo que la gente de los platillos estaba haciendo – manejando a los Sionistas, los Illuminatuses y los Lamas tibetanos para ablandarnos y tomar el poder. Yo veía todo el panorama; pero, claro, no podía decírselo a nadie. Sabía que me fulminarían en el lugar si decía una palabra.

 

Al final ese día no fui hasta lo de Holmes. Volví a casa para emborracharme y pensar en lo que había pasado. Fue una pena, porque esa misma noche Roy Jr. robó una bazuca del ejército e hizo un agujero del tamaño de un autobús en la oficina del director de la secundaria. Odié tener que enviar al muchacho a la granja estatal.

 

Bien, durante los siguientes diez años me convertí en lo que ustedes podrían llamar un hombre de lectura. Tal cual. George Adamski me visitó una vez y dijo que nunca había visto tantos libros sobre platillos voladores juntos en un solo lugar. Claro, no se lo tomó muy bien cuando le dije que los ocupantes de los platillos que él contactaba eran unos malditos mentirosos y que en realidad estaban conspirando para esclavizarnos. Pero le habían lavado el cerebro, y no quiso escucharme.

 

No, no volví a ver otros platillos. Sólo esa vez, a manera de advertencia.

 

Todos esos años debí haber escrito cartas como a unos mil entusiastas del tema en todo el país. No obtuve mucha ayuda de su parte. Eran como los birchers: sabían que algo estaba ocurriendo, pero no sabían realmente de que se trataba. Y mientras tanto, las cosas iban de mal en peor en todo el mundo, especialmente aquí en esta tierra del Señor. A veces pensaba que tenía el deber de hablar, de alertar a la gente. Pero mi madre no crió a un idiota: sé cuándo callarme la boca.

 

Mi decadencia y caída final, como podrían llamarla, fueron esos malditos libros que mencioné antes. El Hombre Sensual. La Mujer Sensual. La Pareja Sensual. El Suburbio Sensual.

 

El Reverendo Pettigrew se quejó de que Floyd Gummer los tenía en su tienda. Así que fui y se los confisqué. Floyd era un buen tipo y yo sabía que no iba a denunciarme a la Unión Estadounidense de las Libertades Civiles ni a ningún otro de esos revoltosos controlados por los Illuminatuses. Simplemente le conté sobre la queja y él me dio los libros tan manso como un cordero. Al igual que yo, él tampoco quería tener en contra al Reverendo. Pueden estar seguros de que uno aprende más diplomacia en un pueblo pequeño que en las Conferencias por la Paz de Paris.

 

Allí fue donde cometí mi error. Debí echar esos libros al fuego de inmediato. Pero no. Estaba escrito, supongo. Algunos nacimos para la horca, e incluso aunque lleves la placa de la ley durante diecinueve años, el destino todavía puede encontrarte. No digan que un hombre fue bueno o malo, o afortunado o desgraciado hasta después de enterrarlo.

 

Hojeé uno de los libros. Creo que era El Hombre Sensual. No importa: terminé leyendo los cuatro. Varias veces. Como ya dije, tal vez nací para ser colgado.

 

Sabía que esas cosas pasaban en Francia y en Grecia. Quiero decir, soy un adulto de cincuenta y cinco años de edad y sé por qué los chicos de la secundaria le decían ‘El Ovejero’ a Charlie, el hijo de Bob Leffett. Pero esto era diferente. No se trataba del lerdo de Charlie Leffett; era todo el país. Los Illuminatuses habían logrado destruir nuestras fibras morales de una manera que nunca había imaginado. Tal vez fue algo que pusieron en la fluorización, pero esos libros me abrieron los ojos: ese tal Kinsey no estaba delirando. Realmente estaba ocurriendo una revolución sexual a gran escala y yo era parte de una generación anterior, y no podría sumarme.

 

Tal vez también fue mi edad. Un hombre de casi sesenta años sabe que no le quedan tantos años por delante.

 

Bien, para ir resumiendo, fui hasta El Paso y compré uno de esos vibradores. Lo guardé en la oficina por un tiempo y a veces lo sacaba, lo miraba, y reflexionaba. Pensaba mucho sobre esas cosas. En lo que más pensaba era en esa que se llamaba a sí misma La Mujer Sensual, usándolo en una bañera llena de gelatina. Cada vez que me bañaba pensaba en eso.

 

Suzie Belle nunca habría accedido a ese tipo de actividades foráneas. Caramba, ni siquiera podía convencerla de hacerlo con la luz encendida.

 

Esto siguió durante meses. Me sentaba en la oficina observando el vibrador y mirando pasar a las chicas de la secundaria y sus minifaldas. Parecía que cada año se acortaban más, a pesar de los sermones dominicales del Reverendo Pettigrew. Allí estaba la hija más chica de Lem Simpson, Sally Ann, que tenía una de esas minifaldas como de cuero con terminación recta a solo un cuarto de pulgada por debajo de la Tierra Prometida. Encendía el vibrador en mi mano mientras la veía pasar. Si en este país tuviéramos una censura adecuada, nada de esto me hubiera ocurrido. Sólo encendía el aparato y pensaba en ella metida en una bañera llena de gelatina junto a mí, o recibiendo al Viejo Amigo a la francesa, ya saben. Hacía vibrar ese aparato como loco cuando pensaba en eso.

 

Una vez traté de reeducar a Suzie Belle. Quería que lo hiciéramos en el dormitorio en vez de hacerlo en el baño, como siempre. Intenté decirle que era más sofisticado y limpio de esa manera. Y ella sólo dijo “el baño es para la suciedad. El dormitorio es para dormir”. Seguía con la idea de llenar la bañera de gelatina, pero ella habría pensado que me había vuelto loco, lo mismo que si le hubiera contado sobre la Voz del platillo volador.

 

Ser un hombre de ley también influyó en todo esto. La gente es bastante pacífica aquí en Mad Dog, pero he hecho unos cuantos arrestos. A veces se me ocurría que podía dispararle a cualquiera de ellos mientras estábamos a solas, y que nadie dudaría de mí si decía que había sido en defensa propia. Eso realmente me impactó: cuánto más fácil era matar a un hombre que involucrarse en todo ese asunto de hombres y mujeres sensuales que estaba ocurriendo a lo largo y ancho del país. Había días en que me sentaba en mi oficina a contemplar el vibrador y mi pistola y a rumiar.

 

Traté de poner la sesera en cosas más saludables. Comencé a hacer una lista de las personas que con total seguridad para mí eran Illuminatus que trabajaban para la gente de los platillos. Empecé con Nixon, los Muppets, Jack Warner, Charles Atlas, Sirhan Sirhan, y llegué hasta los 500 nombres cuando finalmente me di cuenta de que no podía confiar en nadie.

 

Más adelante le mostré la lista a uno de los psicólogos. Él quedó verdaderamente impresionado, y dijo que cada mente es un tesoro, o algo así. Dijo que yo era un representante de la otra contracultura, tan alejada del estilo de vida americano como los hippies o los yippies. Supongo que tenía razón. Nunca logré involucrarme en los quehaceres de la gente sensual. No he hecho nada más que encender el vibrador y pensar.

 

La gota que rebalsó el vaso, como supongo que dirán, fue cuando un día miré mi balance bancario. Soy lo que llamarían un tipo frugal; “sin derroche no hay miseria” solía decir mi papá. Tenía $ 18.000, y comencé a pensar en cuánto tiempo lo gastaría en un lugar como New York, con todas esas sensuales chicas hippies, y de cuán sorprendidas estarían al descubrir que un viejo muchacho campesino como yo supiera todo acerca del trampolín mojado, el plato combinado, la cosquilla plumosa, el torbellino de terciopelo y, carajo, me pongo cachondo con sólo mencionar los nombres.

 

Y esa fue la semana en la que Nixon salió en televisión desde China, brindando con el presidente Mao y llamando a Karl Marx “un gran filósofo”, y pude darme cuenta de que estábamos realmente acabados. Sospeché que en realidad aquél era Alger Hiss detrás de una máscara de goma de Nixon, pero eso no importa. Porque si la máscara hubiera caído allí mismo, en directo y por televisión, no hubiera habido ninguna diferencia, las fibras morales del país están arruinadas. La gente solo habría dicho “bueno, tal vez la manera en que el Sr. Hiss llegó a la presidencia fue un tanto extraña, pero por Dios, ahora es nuestro presidente y tenemos que apoyarlo”. No habría ninguna diferencia si hubiera sido Joe Stalin o Adolf Hitler en persona para el caso. Los malditos tontos habrían dicho “es nuestro presidente y tenemos que apoyarlo”. Así está el país desde que el porro, la heroína y la educación sexual se metieron en las escuelas.

 


Un último polvo: eso era todo lo que quería. O un primer polvo. El hombre tendría que tener derecho al menos a una experiencia sensual en su vida antes que los Illuminatuses junto a los educadores sexuales y los mutiladores de ganado lleguen y dicten el toque de queda, cierren los candados, nos metan a todos en comunas, y comiencen a realizarles abortos a nuestras mujeres.

 

Claro que fue una decisión dolorosa, porque luego de tantos años me había encariñado con Suzie Belle. Pero desde que encendí aquél vibrador y lo sentí ronronear en la mano supe que esto debía terminar de esta manera. Durante cincuenta y cinco años de mi vida había creído ser una buena persona, pero debí ceder ante la verdad. El Diablo estaba dentro de mí. No quería chicas neoyorquinas ordinarias, quería chicas neoyorquinas de escuela secundaria en minifaldas, siempre y cuando fueran limpias y no se drogaran.

 

La pobre Suzie Belle debía morir.

 

Pasé semanas investigando viejas historias de detectives y libros sobre crímenes reales antes de encontrar el método perfecto. Nada sofisticado – cuanto más te complicas, más probable es que lo estropees. Lo mejor es algo que luzca como una muerte común y corriente. Si empiezas a tontear con historias de ladrones imaginarios que entraron en la casa, te enredarás en los cabos sueltos. Un ataque cardíaco era ideal.

 

Belladona. La sombra mortal.

 

Los síntomas son iguales a los de un ataque cardíaco y el médico pondrá eso en el certificado de defunción, a menos que algo le despierte sospechas y realice una autopsia. Bien, eso no me preocupaba. En primer lugar, Doc Hollister era un viejo haragán, y no querría hacer nada que me complicara la vida, en segundo lugar. Y, en tercer lugar, yo tenía un truco para poner la idea correcta en su cabeza y mantenerla allí. Y en cuarto lugar, él realmente era bastante tonto.

 

Yo no fantaseaba con cometer el crimen perfecto. De cualquier manera nunca funciona. El truco es hacer que el accidente sea convincente (o que el ataque cardíaco luzca real, en mi caso). El crimen perfecto no existe. Una vez que un asesinato ha sido reconocido como tal, cualquier investigador entrenado va a llegar al fondo en unas pocas semanas – fuera de las historias de detectives, quiero decir. Yo buscaba algo de lo que nadie sospechara o investigara.

 

El miércoles 23 de mayo – lo recuerdo porque era el decimosexto aniversario de mi contacto con el platillo volador – puse mi plan en marcha, dejando abierta la puerta del gallinero antes de ir a mi oficina en el pueblo. Tal cual lo planeado, veinte minutos después Suzie Belle estaba en la comisaría jadeando y resollando, quejándose de que las gallinas se habían escapado y que no había podido atraparlas a todas estando sola. Todo el mundo iba a recordarla jadeando y sin aliento el día anterior al ataque cardíaco.

 

Me costó muchísimo atrapar a esas gallinas, dicho sea de paso.

 

A la hora del almuerzo llamé al Doc Hollister y lo cité en EAT GAS. Le decimos así porque tiene dos letreros, uno al lado del otro, y uno dice EAT (coma) y el otro GAS (gasolina), entonces a primera vista parece que dijera ‘coma gasolina’.

 

Le dije al Doc que quería que el sábado pasara por casa para revisar el corazón de Suzie Belle debido a que estaba respirando con dificultad últimamente.

 

Y eso fue todo. Todo estaba preparado. Fui a casa y eché la belladona en el té de Suzie. Ella siempre toma una tetera completa a la tarde mientras mira As the World Turns y Dark Shadows en la tele ¿cómo iba yo a saber que todos esos chicos de la escuela de gramática iban a ir a casa y compartirían el té?

 

Además, deben recordar que ninguno de los libros sobre venenos que leí dice nada sobre lo que sucede cuando ingieres belladona en dosis subtóxicas. Ninguno de esos libros decía que los hippies de New York y San Francisco la tomaban para divertirse. Yo no sabía nada de eso.

 

Yo no tenía ni idea de lo que estaba pasando cuando el pequeño Joe Sawyer apareció corriendo por Main Street gritando que tenía unas cucarachas rojas, blancas, y azules encima, y que estaban tratando de comérselo.

 

Comencé a correr tratando de atrapar al pobre chico, mientras él chillaba que yo era una cucaracha roja, blanca, y azul, cuando las dos chicas de Bronson, Sally Lou y Mary Ann, se sentaron de repente en medio de la calle riéndose a carcajadas. El viejo Roy Witherspoon, que justo venía en su vieja camioneta Ford, tuvo que dar un volantazo para no atropellarlas y terminó incrustándose en la vidriera de Acme Clean While-U-Wait.

 

Pensé que todo el pueblo se había vuelto loco. No tenía ni idea que yo y mi belladona éramos los responsables de todo aquello.

 

Entonces, el chico de Shea, el pequeño Billy, reunió una multitud a su alrededor hablando sobre unas brujas que veía pasar zumbando en el aire montadas en sus escobas. Están escribiendo en el cielo, decía, como solían hacer esos viejos aeroplanos publicitarios, y comenzó a leer lo que escribían. Eran cosas realmente interesantes, como “el pepinillo de My Lai que explotó con Spider Man en dieciséis domingos es un cocodrilo”.

 

Ahí fue cuando que Paul Hurst, el chico del medio de Hurst, se dirigía a la vidriera de la farmacia, hizo el movimiento como de estar abriendo una puerta y atravesó el cristal. Escuché que tuvieron que ponerle veinte puntos.

 

Esto siguió así en todo el pueblo durante la tarde y la noche. El Reverendo Pettigrew estaba diciéndole a todo el mundo que nuestros chicos habían sido poseídos por demonios, otra gente decía que debía ser por efecto de la marihuana, y Doc Hollister explicaba que aquello no era marihuana ni LSD y que apostaría su reputación a que era estramonio. Cuando dijo eso, súbitamente tuve una sensación de vacío en las tripas y todo comenzó a cuajar para mí.

 

Se me ocurrió que tal vez yo había convertido a todos los niños del pueblo en drogadictos. Más tarde uno de los psiquiatras me tranquilizó. Dijo que muchos hippies habían probado la belladona para viajar, pero que rara vez volvían a probarla. Y probablemente no sea adictiva, dijo con voz seca y graciosa, porque “usualmente la muerte sobreviene antes de que la adicción llegue a enraizarse”. También me dijo que alguna gente del viejo mundo la utilizaba en sus rituales religiosos, y que algunos nunca regresaban de la iglesia. Así fue como se ganó el nombre de ‘sombra mortal’, me dijo.

 

El sol se puso sobre una triste escena ese día en Mad Dog. Todos los hombres del pueblo estaban trabajando junto a mí, tratando de atrapar a los niños y llevarlos al campo de baseball para que no continuaran chocándose cosas y haciéndose daño. Fue un trabajo difícil porque aquellos niños no nos veían ni nos escuchaban. Ellos veían y escuchaban lo que se les aparecía en las alucinaciones de la belladona.

 

Entonces, justo cuando estaba oscureciendo, un montón de mujeres aparecieron en Main Street, llevando pedazos de una de las ovejas de Charlie Peter que ellas mismas habían atrapado y descuartizado. Iban cantando algo que de ningún modo tenía sentido, como “Halsy mimsy whoopsy Gort, hivey divey jivey Mort”, etc. Parece que Suzie Belle había reunido a las madres y les había dado un poco de té para calmarlas.

 

Era todo un espectáculo, ya les digo. Todas esas mujeres enloquecidas cantando divey jivey Mort con los dedos rojos de la sangre de la oveja descuartizada y los niños aún corriendo alrededor gritando cosas sobre pepinillos azules danzantes o sobre hombres lobos corriendo por los tejados. Uno casi no podía distinguir a Mad Dog de Haight Ashbury.

 

No puedo estar de acuerdo con ese psiquiatra que me dijo que en cualquier otro lugar y época, aquella habría sido la experiencia religiosa más importante del pueblo. (...)

 

El lado bueno de todo esto es que nadie murió, a pesar de que seguramente hubieron muchos cortes, golpes y quebraduras. Mi abogado me dice que estoy siendo demandado por más de veinte millones de dólares por treinta y ocho querellantes, además de estar acusado por intento de homicidio y otros seis cargos de los que el fiscal me acusa, incluyendo el de desatar una guerra química contra el estado de Texas en violación de los convenios de Ginebra.

 

 No me preocupa hacer esta declaración para el Servicio de Salud Pública de los EEUU, y sé que puede ser utilizado en mi contra en cualquiera o en todos mis juicios. Lo mejor es aclarar bien las cosas cuando se ponen así de feas. Suzie Belle me pidió el divorcio, y no voy a culparla.

 

Nadie puede decirme que no vi ese platillo volador. El mundo es mucho más raro y siniestro de lo que la mayoría de la gente cree. Pregúntenselo a cualquiera de las personas que tomaron un poco de aquella belladona y estarán de acuerdo conmigo. Suzie Belle siguió viendo un oso polar con polera negra que la seguía hasta dos semanas después del suceso. Bien, yo sé que el oso polar no está allí realmente, pero ¿cómo puede alguien probar que las cosas que vemos cuando estamos comiendo, por decir, puré de papas o bebiendo Coca-Cola están allí realmente? ¿Cómo pueden probarlo realmente?

 

Desearía que buscaran mi vibrador y me lo enviaran aquí a la cárcel. Solía calmarme y alcanzar una verdadera paz interna cuando encendía esa cosa y miraba pasar a las chicas de la secundaria con sus minifaldas. Me hace sentir un hombre sensual.

 

Como un sofisticado.


 

jueves, 13 de marzo de 2014

Izquierda y Derecha: Una Perspectiva No-Euclidiana (por Robert Anton Wilson)


Izquierda y Derecha: Una Perspectiva No-Euclidiana

 

Robert Anton Wilson

 

 Publicado originalmente en Critique: A Journal of Conspiracies and Metaphysics # 27 - 1988

 Reimpreso en Email al Universo

 Traducción: Mazzu
 
 

Nuestro estimado editor, Bob Banner, me ha invitado a contribuir con un artículo sobre si mi ideología política es de "izquierda" o de "derecha", porque evidentemente algunos habitantes de Planilandia insisten en clasificarme como de izquierda y otros, igualmente euclidianos, argumentan que obviamente soy una especie de derechista.

 

Naturalmente, este debate me intriga. El Poeta rogaba que algún poder nos diera el don de vernos como nos ven los demás; pero todo escritor publicado tiene ese dudoso privilegio. Fui llamado "machista" (por Arlene Meyers) y "un feminista… un tonto mequetrefe pollerudo" (por L.A. Rollins), "uno de los grandes pensadores de la edad moderna" (por Barbara Marx Hubbard) y "estúpido" (por Andrea Chaflin Antonoff), "genio" (por SOUNDS, de Londres ) y "mentalmente perturbado" (por Charles Platt), "místico" y "charlatán" (por la organización escéptica Bay Area Skeptics) y "materialista" (por un caballero anónimo en Seattle, que también me lanzó un pastelazo), uno de mis libros, incluso, ha sido llamado "la más científica de todas las novelas de ciencia-ficción" (por John Gribbon, editor de New Scientist) y "despotricador" (Neal Wilgus). También a menudo soy llamado "satanista" en algunas de las cartas divertidas, iletradas y por lo general anónimas de los fundamentalistas protestantes.

 

Sólo puedo concluir que de hecho soy como un visitante de dimensiones no euclidianas cuyos contornos son desconcertantes para los habitantes euclidianos dogmáticos de diferentes Planilandias. O bien Lichtenstein tenía razón cuando dijo que un libro "es un espejo. Cuando un mono se mira en él, no va a reflejar a un filósofo". Estamos viviendo en un espacio curvo (como señaló Einstein); eso debería advertirnos que las metáforas euclidianas son siempre engañosas. La ciencia también ha descubierto que puede haber más de un universo, lo que nos debería volver recelosos de cualquier opción del tipo una cosa/u otra. Hay ocho teorías o modelos en la mecánica cuántica, cada una de las cuales utiliza las mismas ecuaciones, pero que tienen significados filosóficos radicalmente diferentes; los físicos han aceptado el enfoque multi-modelo (o "agnosticismo de modelos") desde hace más de 60 años. En la matemática y la lógica moderna, además de la lógica de dos valores (sí/no) de Aristóteles y Boole, hay varias lógicas de tres valores (por ejemplo, el , no y tal vez de la lógica cuántica de von Neumann, el , no y po del psicólogo Edward de Bono, etc), al menos una lógica de cuatro valores (el verdadero, falso, indeterminado y carente de sentido de Rapoport) y una lógica de valor infinito (Korzybski). Yo mismo he presentado una lógica multi-valuada en mis seminarios de neurociencia; el esqueleto de este sistema se puede encontrar en mi libro, La Nueva Inquisición. Las opciones euclidianas de dos valores - izquierda o derecha de una línea imaginaria - no me parecen muy "reales", en comparación con la versatilidad de la ciencia y la matemática moderna.

 

En realidad, antes era fácil clasificarme en la topología euclidiana simple. Parafraseando un artículo publicado recientemente por el genial Michael Hoy [Critique # 19/20], yo tenía una Contestadora Automática instalada en mi cerebro cuando era muy joven. Era una Contestadora Automática de derecha en general y católica en particular. Fue instalada por monjas, que eran muy buenas en la creación de este tipo de máquinas y en su implantación en niños indefensos. Al momento de salir de la escuela primaria, en 1945, tenía la respuesta correcta para cada cosa, y era la respuesta correcta que hoy en día oirían, por ejemplo, de William Buckley, Jr.

 

Cuando entré a la Brooklyn Technical High School, me encontré con muchos jóvenes brillantes y simpáticos que no eran católicos y no tenían ningún tipo de idea de derechas. Al principio, naturalmente, me enfurecían. (Esa es la función de las Contestadoras Automáticas: hacerte tener un subidón de adrenalina - en vez de un pensamiento nuevo - cuando te enfrentas a opiniones diferentes.) Pero estos brillantes jóvenes no católicos - protestantes, judíos, agnósticos, incluso ateos – me fascinaron de cierta manera. El resultado fue que empecé a leer a todos los autores contra los cuales me habían advertido las monjas - especialmente a Darwin, Tom Paine, Ingersoll, Mencken y Nietzsche.

 

Me encontré flotando en el vacío de la incertidumbre, una sensación que no conocía y por lo tanto incómoda. Me retraje de nuevo al robotismo optando por instalar una nueva Contestadora Automática en mi cerebro. Resultó ser una Contestadora Automática trotskista, adquirida gracias al Partido Internacional de la Juventud Socialista. Elegí esta Contestadora, creo, porque las Contestadoras Automáticas alternativas disponibles por entonces eran menos "papistas" (autoritarias) y por lo tanto más incómodas para mi mente adolescente, aún moldeada por las buenas monjas.

 

(¿Por qué fui inmune a la religión secular igualmente papista del estalinismo? Creo que la respuesta era mi juventud. Los únicos estalinistas que quedaban en los EE.UU. a fines de los años 40 eran de mediana edad y "cristalizados", como decía Gurdjieff. Los más jóvenes podíamos ver claramente que el estalinismo no era muy diferente del hitlerismo. La alternativa trotskista me permitió sentirme "radical" y moderno, sin llegar a ser un idiota al negar el totalitarismo de la URSS, y me brindó un nuevo mártir redentor como el que tuve en mi infancia católica).

 

Después de un año, la Contestadora Automática trotskista comenzó a parecerme un fastidio. Empecé a sospechar que los trotskistas eran como clones seculares del Vaticano, lo supieran o no, y que el dogma de la infalibilidad papal no era ni un ápice más absurdo que la sumisión trotskista al Comité Central. Se me hizo claro que había dejado una Iglesia dogmática y me había unido a otra. Incluso sospeché que si Trotsky se hubiera consolidado en el poder, podría haber sido tan dictatorial como Stalin.

 

En realidad, lo que más me irritaba de los trotskistas (y lo que ahora me parece más divertido) es que yo ya tenía cierta tendencia hacia el individualismo, o a la rareza, o a la herejía; a veces cuestionaba la Línea del Partido. Esto siempre se tradujo en ser denunciado por tener "tendencias burguesas." Eso era irritante entonces, y es divertido ahora, porque yo era realmente el único miembro de esa célula trotskista que no provenía de una familia de clase media. Vengo de una familia de clase trabajadora y era el único "proletario" verdadero entre todos esos marxistas de café.

 

A la edad de 18 años, entonces, volví al vacío de la incertidumbre. Empecé a sentirme casi cómodo allí, y empecé a regocijarme en mi agnosticismo. Comenzó a hacerme sentir superior a los dogmáticos de todo tipo, y los adolescentes aman sentirse superiores a todo el mundo (especialmente a sus padres - ¿habían notado eso?). Casi al mismo momento de mi periodo trotskista, empecé a leer a los primeros historiadores revisionistas, sobre los cuales había sido advertido por mis maestros de ciencias sociales de la secundaria en tono grave y terrible, como si aquellos hombres hubieran matado un gato en la sacristía. Mis profesores eran demasiado liberales como para decirme que iría al infierno por leer esos libros (como me habían dicho las monjas de Darwin, por ejemplo), pero dejaron bien en claro que los revisionistas eran malvados, horribles, inefables y que probablemente eran una especie de peones del diablo.

 

Me di cuenta nuevamente de la técnica de control del pensamiento, por lo que leí a todos los revisionistas que pude encontrar. Ellos me convencieron de que los liberales del New Deal habían mentido deliberadamente, manipulando a los EE.UU. para entrar a la Segunda Guerra Mundial y que siguieron mintiendo sobre lo que habían hecho una vez finalizada la guerra. (De hecho, todavía siguen mintiendo.)

 

El revisionista que más me impresionó fue Harry Elmer Barnes, un liberal clásico que era un tanto marxista (en su metodología) - es decir, en su manera de buscar factores económicos detrás de las acciones políticas. Me hizo gracia y me disgustó el intento de las pandillas del New Deal de desprestigiar al profesor Barnes tildándolo de reaccionario de derecha. Barnes, de hecho, fue un defensor de las ideas progresistas en la educación, la economía, la política, la criminología, la sociología y la antropología toda su vida, pero el New Line Party lo había mancillado tanto que algunas personas sólo lo conocían como el crítico cascarrabias de Roosevelt y asumían que era un republicano de Taft o incluso un pro-nazi. De hecho Barnes apoyó la mayor parte de las políticas domésticas del New Deal, y sólo disintió con el dogma liberal en su oposición a la difusión del aventurismo y el militarismo americano por todo el mundo.

 

Charles Beard, otro gran historiador de principios liberales clásicos, coincidió en que Roosevelt deliberadamente nos había mentido en la Segunda Guerra Mundial y fue calumniado en la misma manera que el profesor Barnes. Esto no me animó a tener fe en las líneas partidarias, aunque se autodenominasen modernas, liberales, o progresistas.

 

(Sin embargo, nunca me convencieron los revisionistas del Holocausto, simplemente porque he conocido a un gran número de testigos del Holocausto, o supuestos testigos, en los últimos 40 años. A la mayoría de estas personas las conocí aparentemente por accidente, tanto en Europa como en América. Una conspiración que tiene tantos embusteros plantados en tantos lugares - o que siempre me ha prestado tanta atención especial como para colocar a estos embusteros para que yo me los encontrara - es una conspiración demasiado omnipotente y omnipresente, y por lo tanto demasiado metafísica para que la tome en serio. Una conspiración con poderes tan semejantes a los de Dios podría, en principio, engañarnos acerca de cualquier cosa, y me pregunto por qué los revisionistas del Holocausto todavía creen que la Segunda Guerra Mundial realmente haya sucedido, o que realmente haya acontecido cualquier otro hecho de la historia.)

 

Cumplí 20 años y me convertí en un empleado (es decir, un robot) en la era de McCarthy y los años de Eisenhower; mi agnosticismo se hizo más total y así lo hizo mi sospecha de que la política es un carnaval o una tontería (como dijo Mencken). Parecía obvio que, mientras que el senador Joe era un mentiroso de magnitud estelar, muchos liberales mentían como locos, también, en un intento de ocultar su afición previa al estalinismo. Eso era algo que yo, como ex trotskista, sabía por experiencia. En los círculos intelectuales de la Costa Este, antes de McCarthy, el estalinismo no sólo era mucho más "admisible" que el trotskismo, sino que era casi chic. Si bien sigo considerando abominable la caza de brujas macarthista de los años 50, también recuerdo que algunas de las víctimas habían participado en una caza de brujas similar contra los trotskistas a principio de la década del 40.

 

Probablemente es imposible que un mamífero social sea totalmente "apolítico". Si bien era alérgico a las Contestadoras Automáticas, mi mente seguía buscando algunas ideas sociales generales que pudiera tomar más o menos en serio. Durante un tiempo entré y salí de facultades y de trabajos, y busqué ardientemente algún modelo pragmático de la "verdad" que no estuviera conectado a una Contestadora Automática. Y sin embargo, tanto la derecha como la izquierda continuaron pareciéndome como en bancarrota intelectual.

 

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Viniendo de una familia de clase trabajadora, nunca pude sentir mucha simpatía por el tipo de conservadurismo que se encuentra en los Estados Unidos en este siglo. (Tengo una cierta debilidad por los conservadores liberales clásicos del siglo 18, especialmente Edmund Burke y John Adams.) Después de casarme y tener dos hijos que mantener, las abominaciones del sistema capitalista y la ignominia arrastrada del rol de empleado comenzaron a parecerme prisiones; yo era un mal candidato para la causa conservadora. Por otro lado, estaba convencido que los liberales de FDR habían mentido sobre la Segunda Guerra Mundial; primero disfamaron y luego pusieron en una lista negra a los historiadores que habían dicho la verdad; y se habían subido al carro de la Guerra Fría con una alegría macabra.

 

Yo era anti-guerra por "temperamento" (sea lo que eso sea - ¿Impronta o condicionamiento temprano? ¿Algo genético? no sé la causa exacta de ese sesgo tan profundo y duradero). El dogma marxista me parecía tan estúpido como el dogma católico y tan asesino como el hitlerismo. Ahora me consideraba un agnóstico por principios. No iba a unirme a ninguna otra "iglesia" o someterme a la maldita línea partidaria de nadie.

 

Mi agnosticismo también se intensificó por influencias tales como la lectura de Nietzsche, el existencialismo, la fenomenología, la Semántica General, y la lógica operacional. Siguen siendo mis principales influencias y quiero decir unas pocas palabras acerca de cada una.

 

La filosofía del superhombre de Nietzsche no me atraía cuando era joven; viniendo del proletariado, no podía verme a mí mismo como uno de sus aristocráticos Übermenschen. Por otro lado, su crítica del lenguaje y de las implicaciones metafísicas en los idiomas, me causó una gran impresión;  todavía releo uno o dos de sus libros por año, y obtengo nuevos conocimientos semánticos de ellos. Él es, como se jactaba, un hueso duro de roer de una sola vez.

 

El existencialismo no me llevó de nuevo al marxismo (como lo hizo con Sartre), sino que simplemente magnificó mi desconfianza nietzscheana de los sustantivos con mayúscula y otras abstracciones, y fortaleció mis preferencias por los modos de percepción-concepción sensoriales-sensuales ("existenciales"). Los fenomenólogos - especialmente Husserl y el loco del grupo, Charles Fort - alentaron mi tendencia a sospechar de todas las teorías generales (religiosas, filosóficas, e incluso científicas) y a considerar la experiencia sensorial humana como dato primario.

 

Mis polémicas contra el fundamentalismo materialista en La Nueva Inquisición y la mística aristotélica de la "ley natural" (compartida por los tomistas y algunos libertarios) en Derecho Natural, O No Ponga una Goma en su Salchicha están basados ​​en esta decisión fenomenólogo-existencialista de que voy a "creer" en la experiencia humana, con toda su confusión e incertidumbre, más de lo que jamás "creeré" en abstracciones y los "principios generales".

 

La Semántica General, formulada por Korzybski, incrementó este sesgo anti-metafísico en mí. Korzybski también destacó que los mejores datos sensoriales (según lo revelado por los instrumentos que refinan los sentidos) indican que vivimos en un continuum no aristotélico, no euclidiano y no-newtoniano. He practicado durante 30 años los ejercicios que recomienda Korzybski para descomponer las ideas aristotélicas-euclidianas-newtonianas enterradas en nuestra habla cotidiana y me reentrené para percibir de forma compatible con lo que nuestros instrumentos indican acerca de la realidad.

 

Gracias al entrenamiento neurolingüístico de Korzybski, ahora es "natural" para mí pensar más allá de la lógica de una cosa/u otra, percibir la unidad del observador/observado, considerar los "objetos" como invenciones humanas abstraídas de un continuo integral. Muchos físicos creen que he estudiado más física de la que en realidad he estudiado; simplemente he interiorizado neurológicamente la física que conozco.

 

La lógica operacional (tal como fue formulada por el físico americano Percy Bridgman y recreada por el físico danés Niels Bohr como la interpretación de Copenhague) fue el enfoque científico moderno que más me atrajo en el contexto de los principios funcionales ya mencionados. El método Bridgman-Bohr rechaza las declaraciones que no se refieren a las experiencias concretas de los seres humanos y las considera "sin sentido". (Bridgman fue influenciado por el pragmatismo, Bohr por el existencialismo.) El operacionalismo también se refiere a todas las "leyes" propuestas como simples mapas o modelos que son útiles durante un tiempo determinado. Por lo tanto, el operacionalismo es la "filosofía de la ciencia" que nos aconseja, como Nietzsche y Husserl, usar solamente los modelos cuando son útiles y nunca convertirlos en ídolos o dogmas.

 

Aunque no me gustan las etiquetas, si tuviera que etiquetar mi actitud aceptaría conforme la de existencialista-fenomenólogo-operacionalista, siempre y cuando ninguno de estos tres términos tenga más importancia que los otros dos.

 

A fines de los años 50, empecé a leer mucho de "ciencia" económica (o especulación) de nuevo, un tema que me aburría muchísimo desde que había quitado la Contestadora marxista de mi cerebro diez años antes. Comenzaron a fascinarme una serie de alternativas - o "terceros excluidos" - que trascendían el debate trillado entre el capitalismo monopolista y el socialismo totalitario. Mi favorito entre estas alternativas era, y hasta cierto punto sigue siendo, el anarquismo individualista-mutualista de Proudhon, Jossiah Warren, SP Andrews, Lysander Spooner y Benjamin Tucker. No tengo una verdadera fe de que este sistema vaya funcionar tan bien en la práctica como lo hace en la teoría, pero como teoría, todavía me parece una de las mejores ideas que he encontrado.

 

Esta forma de anarquismo se llama "individualista", ya que se refiere a la libertad absoluta del individuo como el fin supremo a alcanzarse; se llama "mutualista" porque considera que dicha libertad sólo se puede lograr mediante un sistema de consentimiento mutuo, basado en contratos beneficiosos para todos. En esta utopía, la libre competencia y la libre cooperación son alentadas al mismo tiempo; se asume que las personas y los grupos decidirán competir o cooperar sobre la base de las especificaciones concretas de cada caso. (Esto atrae a mi "existencialismo" de nuevo, ya ven.)

 

El monopolio de los terratenientes es disuadido por el anarquismo individualista-mutualista al abolir las leyes estatales que otorgan la propiedad a quienes no ocupan ni usan la tierra; se prevé, entonces, que la "propiedad", sólo será contractualmente reconocida cuando el "dueño" de hecho ocupe y use la tierra, pero no cuando cobre "renta" para que sea ocupada o utilizada. El monopolio del dinero, concedido por el Estado, también se suprime, y cualquier municipio, grupo, sindicato, etc., puede emitir su propia moneda para que compita; se afirma que esto bajará el interés aproximadamente a cero. Con el alquiler en cero y el interés cerca del cero, se argumenta que se logrará el supuesto objetivo del socialismo (la abolición de la explotación) mediante un contrato libre, sin coacción ni estatismo totalitario. Es decir, el modelo individualista-mutualista sostiene que los monopolios de la tierra y del dinero son los factores que impiden a la libre empresa la producción de los maravillosos resultados esperados por Adam Smith. Con los monopolios de tierras y dinero abolidos, se prevé que la competencia (donde no haya un motivo existencial para la cooperación) y la cooperación (cuando sea reconocida como beneficiosa para todos) evitarán que surjan otros monopolios.

 

Ya que las fuerzas policiales monopolizadas son notoriamente corruptas y son la base del poder del Estado para intimidar y coaccionar, los sistemas de protección en competencia estarán disponibles en un sistema individualista-mutualista, y no tendríamos que pagar "impuestos" para apoyar una fuerza de protección corrupta que en realidad nos oprime en lugar de protegernos. Sólo tendremos que pagar las cuotas, cuando se considere prudente, a los organismos de protección que verdaderamente realizan el servicio que podamos desear y necesitar. En general, cada comuna o sindicato hará sus propias reglas de juego, pero la tradición mutualista-individualista sostiene que, mediante la experiencia, la mayoría de los municipios elegirán los sistemas que maximicen la libertad y minimizar la coerción.

 

Siendo receloso de las Contestadoras Automáticas, también estudié y he considerado seriamente otras teorías socio-económicas "utópicas". Todavía soy aficionado al sistema de Henry George (en el que el alquiler no está permitido, pero la libertad de empresa se conserva de otro modo); pero también me gustan las ideas de Silvio Gesell (quien también deroga la renta y todos los impuestos, salvo uno – un impuesto sobre la moneda, que teóricamente debería abolir el interés mediante un truco distinto al de las diferentes monedas en competencia de los mutualistas.)

 

También veo una conveniencia posible en el sistema económico de C.H. Douglas, quien inventó el Dividendo Nacional - últimamente reemergente, algo mutado, en el Salario Anual Garantizado de Theobold y / o el Impuesto Negativo de Friedman. Y estoy intrigado por la propuesta del Papa León XIII de que los trabajadores deben tener la mayoría de las acciones en sus empresas.

 

La más interesante de las últimas utopías para mí es la de Buckminster Fuller donde se deroga el dinero y las computadoras gestionan la economía, programadas con una directriz principal para favorecer a todos sin poner a nadie en desventaja - el mismo objetivo buscado por el sistema mutualista de basar la sociedad por completo en los contratos negociados.

 

Como no tengo la Respuesta Correcta, no sé cuál de estos sistemas funcionaría mejor en la práctica. Me gustaría verlos implementados en diferentes lugares, sólo para ver qué pasa. (Este sistema de múltiples Utopías también fue sugerido por Silvio Gesell, que no estaba convencido de que tuviera una respuesta correcta de la Contestadora, lo cual es otra de las razones por las que me gusta Gesell.) Mi propio sesgo o esperanza o prejuicio es que el anarquismo individualista-mutualista con la ayuda de los ordenadores de Bucky Fuller funcionaría mejor que nada, pero aún carezco de la Fe necesaria para proclamarlo como un dogma.

 

Hay un principio (o perjuicio) que hace que las alternativas anarquistas y libertarias sean atractivas para mí donde el socialismo de Estado es totalmente repugnante para mis genes-o-improntas. Estoy comprometido con la maximización de la libertad del individuo y la minimización de la coerción. No digo que este objetivo sea una exigencia de alguna "Ley Natural" fantasmal o metafísica, sino simplemente que es la meta que yo, personalmente, he elegido - en el sentido existencialista de elección. (En un lenguaje más ocultista, ese objetivo es mi Verdadera Voluntad.) Todo lo que escribo, de una forma u otra, pretende socavar los sistemas metafísicos y lingüísticos que parecen justificar a algunas autoridades para limitar la libertad de la mente humana, o en implementar la coerción contra los no coercitivos.

 

...Y luego vino lo que Charles Slack llama "la locura de los años sesenta." Yo fui un temprano experimentador y entusiasta del LSD, el peyote, los hongos mágicos y cualquier otro compuesto que mutara la conciencia. El resultado fue que me volví aún más agnóstico pero menos pedante al respecto. Lo psicodélicos me enseñaron que, al igual que las teorías e ideologías (mapas y modelos) son creaciones humanas y no revelaciones divinas, todas las rejillas perceptuales o túneles de la realidad existenciales también son una creación humana - una obra de arte, consciente o inconscientemente, editada y organizada por el cerebro individual.

 

Empecé un estudio serio de otros sistemas de alteración de la conciencia, incluyendo las técnicas de yoga, zen, el sufismo y la Cábala. Me convertí en una especie de "místico", aunque todavía en el marco del existencialismo-fenomenología-operacionalismo. Pero, claro, el budismo - el movimiento místico organizado que me parece menos objetable - es también existencial, fenomenólogo y operativista...

 

El concepto nietzscheano del Superhombre se convirtió finalmente en algo significativo para mí, aunque no en la forma elitista en que él lo veía. Ahora pienso que la evolución es continua, e incluso que se está acelerando: el cerebro humano está evolucionando a un estado que parece sobrehumano en comparación con a toda nuestra historia previa de primates domesticados. Mi ciencia favorita es la neurociencia, y estoy eternamente fascinado por cada nueva herramienta o técnica que rompa los circuitos robóticos en nuestro cerebro (la Contestadora Automática) y que incentive la creatividad, incremente la inteligencia, expanda la conciencia, y, sobre todo, que acrecente la compasión.

 

No veo ninguna razón para creer que sólo una élite sea capaz de este avance evolutivo, sobre todo porque las nuevas herramientas y técnicas de formación son cada vez más simples. La neurociencia, como toda tecnología, parece seguir la regla de Bucky Fuller de que cada avance nos permite hacer más trabajo con menos esfuerzo y crear más riqueza con menos materia prima.

 

Una vez que me libré del rol de empleado y me volví un escritor autosuficiente, "los horrores del capitalismo" comenzaron a parecerme menos horribles, ya que no tenía que enfrentarlos todos los días. Me lo tomé de manera filosófica, como todas las personas que se liberan de un sufrimiento agudo. Prefiero vivir en Europa en lugar de pagar impuestos para construir los malditos misiles nucleares de Reagan, pero me gusta visitar los EE.UU. regularmente por la estimulación intelectual...

 

Estoy apasionadamente de acuerdo con Maurice Nicoll (un médico que domina tanto el sistema de Gurdjieff como el de Jung) cuando escribió que el propósito principal del "trabajo sobre la conciencia" es "disminuir la cantidad de violencia en el mundo." La principal diferencia entre nuestro mundo y el Swift es que, si bien hemos dejado de matarnos unos a otros por diferencias religiosas (fuera del Oriente Medio e Irlanda del Norte), hemos desarrollado una pasión loca por matarnos unos a otros por diferencias ideológicas. Considero a la Ideología Organizada con el mismo horror que Voltaire tenía por la religión organizada.

 

Concretamente, de hecho soy un feminista, como afirmó L.A. Rollins (...), al igual que todos los libertarios, me opongo a las leyes de delitos sin víctimas, todas las leyes de control de drogas, y todas las formas de censura (ya sea de parte de los reaccionarios o de Comités Revolucionarios o de feministas radicales).

 

Odio apasionadamente a la violencia, pero no soy un pacifista dogmático, ya que no tengo la Contestadora Automática con las Respuestas Correctas de Joan Baez en mi cabeza. Sé que mataría a un agresor armado en una situación de crisis concreta que fuera la única defensa de las vidas concretas de las personas concretas que amo, aunque nunca mataría a una persona o incluso siquiera emplearía la violencia menor, o la coacción física, en nombre de Abstracciones o Gobiernos (que son todos unos malditos mentirosos.) Todas estas son cuestiones de elección existencial de mi parte, y no dogmas revelados a mí por algún dios o algún filósofo/sacerdote de la Ley Natural.

 

Yo prefiero los diferentes sistemas utópicos que he mencionado a la posición conservadora de que la humanidad es incorregible y también creo que si ninguno de los escenarios utópicos son viables, con el tiempo llegará algún sistema mejor que cualquiera que hayamos conocido. Comparto la Visión Jeffersoniana (¿"liberal"?) de que la mente humana puede superar todos los límites anteriores en una sociedad donde la libertad de pensamiento sea la norma y no la excepción.

 

¿Todo esto me convierte en un hombre de izquierda o de derecha? Esa elección se la dejo a los euclidianos. Si tuviera que resumir mi credo social en el espacio más breve posible, me gustaría citar a Alexander Pope en su Ensayo Sobre el Hombre:

 

Por las formas de Gobierno, dejemos que los tontos compitan;

 

Quien administre mejor será el mejor:

 

Por los modos de Fe dejemos que los desgraciados fanáticos luchen;

 

Él no puede equivocarse sobre quién tiene derecho a vivir.