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miércoles, 11 de mayo de 2016

LECTURA DE ILLUMINATUS: SEMANA 22

Lectura de Illuminatus semana 22

Por Mazzu

Trilogía Illuminatus

(Desde la página 247 a la 253)



Danny Pricefixer sigue buscando al desaparecido Joe Malik; Carmel, el proxeneta, tiene un problema gravísimo con Sherri Brandy en Las Vegas; y allí, precisamente, es donde FUCKUP, la supercomputadora de Hagbard, localiza el segundo frente del “viejo ataque doble” de los Illuminati para hacer inmanente el Eskatón; y ¡finalizamos el primer libro de la Trilogía, El Ojo en la Pirámide!

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En la página 248 descubrimos que el detective que estaba investigando el caso de la desaparición del profesor Marsh es un personaje conocido: Danny Pricefixer – el mismo que al comienzo de la novela le entrega los ‘memos’ Illuminati a Saul Goodman y Barney Muldoon.

Luego de profundizar en la literatura ocultista y en los relatos supuestamente de ficción de Ambrose Bierce, J. K. Huysmans, Arthur Machen, Robert W. Chambers y H. P. Lovecraft, Pricefixer termina de delinear una teoría en su cabeza; el detective no descubre qué sucedió con el profesor desaparecido (el expediente del caso fue cerrado con la conclusión de que la desaparición fue un “probable suicidio inducido por drogas”), sin embargo, al comenzar a investigar la desaparición de Joe Malik, descubre uno de los pilares de los Mitos de Illuminatus, del cual hablábamos en la entrada de la semana pasada, y que podríamos resumir así: la existencia de ciertos entes sobrehumanos que requerían sacrificios humanos; la sugerencia de que hubo o hay un culto o secta que servía a esos seres desde la época de la Atlántida (o algún otro continente perdido) y les entregaba víctimas humanas a cambio de “la Regeneración del Alma” (pág. 250), es decir, la inmortalidad; y que ciertos autores ocultistas y de ficción habían sido asesinados o – en el mejor de los casos, como Crowley – hundidos en el oprobio por esta secta (los Illuminati, claro), dado a que habían revelado de manera cifrada o directa (como Lovecraft) la naturaleza de ese pacto inhumano.

Continuando con las referencias lovecraftianas de las que hablábamos en la entrada anterior, los autores – a través de la pluma de Marsh – confirman el nombre de esos entes sobrehumanos, los Lloigor (ver Semana 10), y explican varios aspectos de su naturaleza: para subsistir “necesitaban de cierto tipo de energía o vibración psíquica que emanaba de la víctima agonizante” de los sacrificios que exigían a sus siervos humanos; que estos sacrificios “contribuyeron de manera notable a la decadencia de Atlántida”; y que según Marsh, el nombre del líder de estos seres figura en los Manuscritos Pnakóticos y en los Fragmentos de Eltdown, y es Iok-Sotot: “El Devorador de Almas”.

Los Manuscritos Pnakóticos (pág. 250) son mencionados por primera vez por Lovecraft en su relato corto Polaris (1918); este volumen es el primero en aparecer de la lista de libros arcanos referidos por H.P.L. y su círculo en los Mitos de Cthulhu. Los Manuscritos, unos pergaminos que contenían sabiduría y rituales arcaicos, habrían sido producidos por la Gran Raza de Yith (ver En la Noche de los Tiempos, de H.P. Lovecraft) mucho antes de la aparición de la raza humana, y eran guardados en la ciudad-biblioteca de Pnakotus. Sobrevivieron al paso de los eones hasta caer, eventualmente, en manos de un culto secretista.

Los fragmentos de Eltdown (pág. 250) fueron introducidos en los Mitos de Cthulhu por Richard F. Searight en su relato El Sarcófago Sellado (1935) y consistían en unos “jeroglíficos prehumanos” grabados en tabletas cerámicas halladas en un estrato del Triásico cerca de Eltdown (Inglaterra); la mención de estos Fragmentos originalmente estaba incluida en una nota de encabezamiento a manera de introducción de El Sarcófago Sellado pero, inexplicablemente, fue cortada por el editor de Weird Tales cuando el relato fue publicado. Ante esta extraña ‘censura’, los escritores del círculo de Lovecraft reaccionaron mencionando los Fragmentos en sus propios relatos (el mismo Lovecraft lo hace en En la Noche de los Tiempos, por ejemplo)

Iok-Sotot, el “Devorador de Almas” (pág. 250), a quien Marsh sindica como líder de los Lloigor en su libro Atlántida y Sus Dioses, es, obviamente, Yog-Sothoth, la entidad cósmica de los Mitos de Cthulhu; hizo su primera aparición en El Caso de Charles Dexter Ward, de Lovecraft, y posteriormente apareció en infinidad de cuentos, tanto del propio autor como en los de sus corresponsales del Círculo. En Illuminatus ya había sido mencionado anteriormente por Simon (pág. 204), que citaba un fragmento del Necronomicón, que Wilson y Shea tomaron de El Horror de Dunwich, de H. P. Lovecraft (1929): “Yog-Sothoth conoce la puerta. Yog-Sothoth es la puerta. Yog-Sothoth es la llave y el guardián de la puerta. Pasado, presente y futuro, todo es uno en Yog-Sothoth”

Yog-Sothoth por John Coulthart


Danny Pricefixer, en la página 250, recuerda que alguien había dicho la frase “nadie quiere más guerras, pero las guerras continúan sucediendo ¿Por qué?”; esto había sido dicho por Saul Goodman en la página 24, mientras revisaba los primeros memos Illuminati con Barney Muldoon en el edificio donde había ocurrido la explosión de Confrontación; sin embargo, en esa escena Danny Pricefixer no estaba, lo que nos plantea la pregunta: ¿cómo supo Pricefixer lo que había dicho Goodman? ¿Estaba escuchando a escondidas la extraña conversación entre Saul y Barney? ¿Telepatía? ¿Una filtración mental como las que sufría George Dorn en la cárcel de Mad Dog?; más allá de estas preguntas, la inquietud del detective surge de deducir que las guerras eran provocadas y mantenidas por un culto secretista (los Illuminati, por supuesto) para alimentar con las muertes a los Lloigor, y para que éstos le brindaran la inmortalidad a ciertos miembros en posición elevada dentro del culto.

Con respecto a la desaparición de Marsh, los autores nos dicen que el profesor, en la reunión de los KCUF, había bebido del ponche que Joe había dosificado con AUM (la droga de los discordianos que incrementa la inteligencia, la apertura mental y la creatividad); esto explica el cambio de perspectiva en la obra del profesor – de un tono conservador académico, a uno “conspiranoico/magufo” – pero no explica su desaparición; aquí podemos inferir que 1) gracias a las cualidades del AUM, el profesor descubrió su propia naturaleza ‘anfibia’ como todo buen descendiente de los Marsh (ver Semana 21) y emprendió su camino al océano... tal vez; o 2) tal vez fue ‘silenciado’ por los Illuminati por haber develado demasiado... quién sabe.

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El “joven estudiante negro llamado Pearson” mencionado en la página 248, no es otro que Robert Pearson, alias El Hajj Starkerlee Mohammed, graduado en antropología, posteriormente cantante de Clark Kent y sus Superhombres.

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En este punto, RAW y Shea suman a Lemuria al ya concurrido repertorio de leyendas de los Mitos de Illuminatus, aunque no de la misma manera en que añadieron a la Atlántida, sino para ‘refutarla’ a través de la pluma del Prof. Marsh en el fragmento que reproducen de Atlántida y Sus Dioses.

A diferencia de la Atlántida, la idea de Lemuria surgió como una hipótesis científica. La distribución de los lémures y otros animales en África y en el sur de Asia les sugirió a los científicos del siglo XIX que alguna vez hubo una conexión terrestre entre ambos continentes. El geólogo inglés Philip Sclater bautizó a ese puente terrestre como Lemuria en 1864. Madame Blavatski tomó prestada esta idea del ‘nuevo’ continente perdido y la incorporó a los pensamientos teosóficos en La Doctrina Secreta (1888):

Este gigantesco Continente, que se extendía desde el Océano Indico hasta Australia, ha desaparecido ahora por completo bajo las aguas del Pacífico, dejando aquí y allá solamente algunas de las cumbres de sus montes más elevados, que en la actualidad son islas.

Doña Helena explica que Lemuria había sido el hogar de la tercera “raza-raíz” (anterior a los atlantes), los lémures, que eran unos hermafroditas gigantescos con cuatro brazos, y desaparecieron junto al cataclismo que hundió al continente. Tras la muerte de Blavatski, William Scott-Elliot y Rudolf Steiner desarrollaron sus ideas. Scott-Elliot, teósofo y antropólogo aficionado, escribió sobre ello especialmente en La Historia de la Atlántida (1896) y La Perdida Lemuria (1904). Geoffrey Ashe, en su libro Atlántida, dice que

Scott-Elliot asegura que los lemuritas medían más de tres metros y medio de estatura y los imagina paseando con plesiosaurios que llevaban atados con una correa. Pero, a pesar de haber domesticado a estos animales, no era un pueblo avanzado. Lemuria fue destruida por la acción volcánica; sin embargo, antes de que ocurriera la catástrofe, habían llegado a ella unos seres superiores procedentes de Venus que enseñaron a sus habitantes artes útiles como la metalurgia, la agricultura y la arquitectura a gran escala.

Según Scott-Elliot, aún puede identificarse a los descendientes de los lemuritas. Algunos son primitivos, tal es el caso de los aborígenes australianos y los bosquimanos de África. Sin embargo, el chino es una lengua que deriva del idioma de Lemuria. Los atlantes evolucionaron a partir de los mejores elementos de los lemuritas.

En 1915, con el desarrollo de la teoría de la deriva continental de Alfred Wegener (antecesora de la teoría de la expansión del fondo oceánico y de la teoría vigente de las placas tectónicas), se explicó la distribución geográfica de las especies animales planteando la existencia en la antigüedad de un supercontinente al que se llamó Pangea; la ciencia, entonces, desechó la hipótesis del continente perdido de Lemuria, que quedó relegada a los círculos teósofos y ocultistas.

Donnelly y algunos otros eran los exponentes de una Atlántida “seria” (ver la entrada de la Semana 19). A comienzos del siglo XX Lemuria no tenía defensores de ese tipo. Pero entonces apareció en escena James Churchward, un oficial del ejército británico, que sería “el Donnelly de Lemuria”.



Una de las fuentes de Churchward fueron los estudios sobre los mayas: el sacerdote francés Brasseur de Bourbourg, basado en la obra del misionero español Diego de Landa, pretendió haber descifrado los antiguos códices mayas, en especial el Manuscrito Troano, del cual “tradujo” la historia de un cataclismo volcánico que había destruido un continente llamado Mu. Muchos creyeron entrever una referencia a la Atlántida, pero Churchward renegaba de ese enfoque y afirmaba que Mu era el verdadero nombre de Lemuria. Dice en El Continente Perdido de Mu (1926):

El Manuscrito Troano ubica el hundimiento de la tierra de Mu aproximadamente hace 12,500 años (en mi opinión la cifra más correcta es 12,000). Pero como no conocemos la antigüedad exacta del Manuscrito Troano, todas las fechas son aproximadas.

Sonchis, sumo sacerdote del templo de Sais, le dijo a Solón que la Atlántida se había hundido hacía 11,500 años y que el pasaje a las Tierras de Occidente se había bloqueado a causa del hundimiento de este gran continente y la destrucción del país que estaba más allá de la Atlántida, a causa de los cataclismos que hicieron imposible el paso por esa región. Esto claramente elimina la posibilidad de que la Atlántida fuera la Tierra de Mu o las Tierras de Occidente.

Quienes han escrito sobre la tierra de Mu hasta la fecha, han ignorado los registros más importantes que se relacionan con este continente prehistórico, es decir, las ruinas que se encuentran en las Islas de los Mares del Sur y las inscripciones encontradas en los muros del Templo de los Sagrados Misterios en Uxmal, Yucatán; a lo que podemos añadir las asombrosas tradiciones que encontramos entre los habitantes de las Islas de los Mares del Sur.

Para Churchward, la Isla de Pascua y sus moais, los templos de Indonesia, y algunas ruinas precolombinas de Sudamérica eran un remanente de la civilización que se había desarrollado allí. La hipótesis difusionista de la “civilización madre”, que Donnelly localizaba en la Atlántida, era ubicada ahora por Churchward en el continente de Mu, en el Pacífico; al comienzo de su ya citado libro dice:

El Jardín del Edén no estaba en Asia, sino en un continente que ahora yace sumergido en el Océano Pacífico. El origen del relato bíblico de la creación —la epopeya de siete días y siete noches— no son los pueblos del Nilo ni los del Valle del Éufrates, sino este continente, ahora sumergido: Mu, la tierra natal del hombre.

Estas afirmaciones pueden probarse con las complejas inscripciones que descubrí en la India, en unas placas sagradas, largo tiempo olvidadas, y en registros de otros países. Hablan de este extraño país de 64.000.000 de habitantes que hace 50.000 años había desarrollado una civilización superior a la nuestra en muchos aspectos. Entre otras cosas, estas placas describen la creación del hombre en la misteriosa tierra de Mu.

Al comparar estos escritos con los registros de otras civilizaciones antiguas, tal como se han revelado en documentos escritos, con ruinas prehistóricas y con fenómenos geológicos, encontré que todos estos centros de civilización habían tomado su cultura de una fuente común: Mu.

Resumiendo, el autor dice que los atlantólogos confunden la información y que la verdadera cuna de la civilización es Mu (Lemuria); de manera bastante humorística (dada la vehemencia de Churchward sobre el tema) Wilson y Shea, a través del profesor Marsh, utilizan el mismo recurso pero contra el propio Churchward: “Como hemos demostrado, la obsesión de Churchward con el Pacífico, basada en las pistas que obtuvo en un templo asiático sobre nuestros ancestros desaparecidos, lo llevó a atribuir a Mu gran parte de la historia real de la verdadera Atlántida”.



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Me encanta el detalle de que Danny Pricefixer no preste atención a la noticia que está en boca de todos – una tragedia en la casa de Robert Putney Drake, el “filántropo más conocido de la nación” – pensando que no tenía nada que ver con su investigación; como veremos después (mini spoiler), sí que tiene que ver: no solo en lo referente a la desaparición de Malik, Goodman y Muldoon, sino también con su obsesión por los estudios de Marsh sobre los Lloigor...

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La anécdota que figura en el último fragmento de la carta de Simon a Joe sobre la mujer de Aldous Huxley y el médium Keith Milton Rhinehart (pág. 253), al parecer realmente había impresionado a Robert Anton Wilson; en Cosmic Trigger I la repite en referencia al ‘enigma del 23’ y las sincronicidades:

Los 23 iban acumulándose más rápidamente. Por primera vez, comencé a preguntarme: ¿era obra del metaprogramador (la percepción selectiva) o había un elemento de PK (psicokinesia) en todo aquello? ¿Uno hace que esto suceda de manera inconsciente, como un “niño poltergeist” hace que los muebles vuelen? Aunque uno no podía tomar la segunda hipótesis seriamente, el hecho de ser capaz de reflexionar sobre ella indicaba la dirección que estaban tomando los experimentos.

Luego vino el engranaje sincronizado de Huxley.

Estaba leyendo This Timeless Moment de Laura Archera Huxley y llegué al último capítulo, que trata sobre los intentos de Laura para comunicarse con Aldous después de su muerte. Yo era (y todavía soy) un cínico encallecido con respecto a esa posibilidad; sé mucho acerca de cómo operan los médiums. En este caso, Laura obtuvo sus respuestas mediante Keith Milton Rhinehart, un médium que había realizado varias pruebas científicas de forma creíble. Rinehart dijo a Laura que Aldous quería transmitir una “evidencia clásica de supervivencia”, que en la parapsicología significa algo que no podría ser explicado por la teoría alternativa de PES — es decir, que Rhinehart leyera la mente de Laura. Después de un tiempo, anunció que tenía una señal: Laura debía ir al estudio privado de Aldous, lugar al que ella rara vez entraba, y allí coger el quinto libro de un estante, uno que ella no había leído. Rhinehart dijo que el mensaje estaba en la página 17, línea 23.

Me enderecé en mi asiento cuando leí eso.

Laura buscó el libro, y de hecho era uno que no había leído, una colección de ensayos sobre escritores modernos. En la página 17, línea 23, encontró:

Aldous Huxley no nos sorprende con esta comunicación admirable en la que la paradoja y la erudición en el sentido poético y humorístico se entrelazan en forma muy eficaz.

Con respecto a Keith Milton Rhinehart no hay mucha información en internet, a pesar de que presuntamente fue un médium de fama internacional que hizo giras mundiales y que supuestamente había pasado con éxito las pruebas científicas que le realizaron. Nacido en 1936, Rhinehart aseguraba haber estado rodeado de fenómenos paranormales desde niño (manifestaciones poltergeist); a los 19 años comenzó a entrar en trances y a realizar actividad mediúmnica, y la Fundación Acuariana de Seattle fue creada por sus seguidores. Rhinehart afirmaba que podía comunicarse con los muertos, que recibía mensajes de los “Maestros Ascendidos” (Kutumi, Saint Germain, etc.), que podía hacer aparecer ectoplasma y materializar objetos, y que podía levitar. No pude encontrar casi nada de info sobre las pruebas científicas que le realizaron para corroborar sus supuestos “poderes”, salvo que fueron hechas en una Universidad de Japón, y las referencias que encontré son menciones en páginas de entusiastas de Rhinehart y no proporcionan ningún link a los datos de la investigación.

Rhinehart y una “manifestación protoplasmática” de un “Maestro Ascendido” que sale de su boca…


Este pintoresco personaje – que “materializaba” piedras semipreciosas por la boca y las orejas, y se las vendía a las damas de alta sociedad que conformaban su séquito – luego se hizo llamar Maestro Kumara; estuvo 3 años en prisión por sodomía y estupro (sus defensores dicen que fue un cargo inventado por la policía), fue abanderado del movimiento gay, tenía una leona por mascota con la cual solía pasear en su Cadillac convertible, y armaba tremendas fiestas en su casa que le valieron la antipatía de sus vecinos. Falleció en 1999.

Keith Milton Rhinehart, alias Maestro Kumara 


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Con el paso a Tiphareth completamos el segundo de los tres triángulos del Árbol de la Vida; las tres séfiroth superiores (Kether, Chokmah, y Binah) forman la tríada divina, o Alizuth; las tres séfiroth medias (Chesed, Geburah y Tiphareth) constituyen la tríada mental o Briyah; las tres inferiores (Netzach, Hod, y Yesod) conforman la tríada de la formación, Yetzirah; y Malkuth, por su parte, representa el mundo material, Assiah (esto es un resumen, en realidad se comprende mejor estudiando el diagrama cabalístico llamado la Escalera de Jacob, que está formado por cuatro Árboles de la Vida entrelazados, donde las séfiroth Yesod de cada uno de los Árboles son la séfira Kether del Árbol inmediatamente inferior, pero no quiero extenderme demasiado, para más info, ver este artículo). Entre la tríada superior y la media hay una separación que en la Cábala Hermética es llamada “el Abismo”, que divide al mundo divino del mental. Ya hemos visto que en Illuminatus dicha división estaba ilustrada por el paso del Libro Uno: VERWIRRUNG al Libro Dos: ZWEITRACHT. Entre la tríada media y el triángulo inferior hay otra separación, un abismo o velo menor conocido como “el Velo del Templo” o Paroketh. Ahora, el traspaso de este abismo menor y el paso del triángulo medio al inferior está presentado en Illuminatus como el fin del primer libro de la Trilogía y la partida hacia el Libro Tres: UNORDNUNG. Es llamativo que en ambos fragmentos de Illuminatus hay una muerte: justo antes del pasaje del Abismo al Libro Dos, muere Concepción Galore (pág. 122); y justo antes del pasaje del Velo del Templo al Libro Tres muere Sherri Brandi – infectada por el Ántrax-Lepra-Mu (pág. 252).

El traspaso del Velo Paroketh era la iniciación al grado de Neófito en la Orden Golden Dawn. Aleister Crowley lo describe en detalle en el Equinox vol. I nº II, en el estudio cabalístico llamado El Templo del Rey Salomón.

En la Cábala Hermética y en la Cristiana, Tiphareth era identificada con Jesucristo, por descender directamente de Kether, la representación de dios, y también porque Tiphareth está vinculada a la esfera solar, igual que Cristo. Asimismo, para los cabalistas cristianos, el Velo del Templo representa al velo del Templo de Salomón, que se rasga cuando muere el Cristo (Mateo 27: 50-51); esto significa para ellos una revelación, la de Jesucristo como ser divino. Esta rasgadura del velo y esta revelación aparecen aquí en Illuminatus, creo yo, primero en la transmigración de George/Saul que vimos en la entrada de la semana pasada, donde se ‘rasga el velo’ de la separación entre la individualidad de los personajes, y ahora en la revelación de los fnords. En los Mitos de Illuminatus, los fnords – sobre los cuales hablaremos de manera más extensa en próximas entradas – son una forma de programación a la cual somos condicionados desde pequeños para no poder ver lo obvio; el hecho de que Saul y Barney puedan verlos (pág. 252) significa una revelación: han traspasado o rasgado ese velo del condicionamiento.



Como habíamos señalado con anterioridad, los primeros cuatro capítulos terminaban con una frase o palabra que representaba a la séfira que le daba título: Kether terminó con la palabra “punto”, Chokmah con “línea”, Binah con “plano”, Chesed con “sólido” y la séfira en la que nos encontramos, cuyo final marca el final del primer libro de la Trilogía, no es la excepción; Geburah finaliza con la palabra “movimiento”.

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5s, 17s, y 23s: “diecisiete minutos después (…)Al final dio con él en la página 123” (pág. 249); “cincuenta y cinco” (pág. 251); “Un mes antes de nuestro experimento en el KCUF - o sea, el 23 de Septiembre de 1970 -, Timothy Leary burló a cinco agentes federales”, “en el cuarto de hospital donde murió Dutch Schultz el 23 de Octubre de 1935 (pág. 252) “¿Necesito agregar que era la página 17, y que la línea era, por supuesto, la línea 23?”, “J. César murió gracias a las 23 puñaladas que le dieron Brutus & Co.” (pág. 253)

Otro de los libros mencionados en este segmento semanal, Undestanding Mu, de Hans Stefan Santesson

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